jueves, 22 de noviembre de 2018

Dolarización


Cogito ergo sum (Puerto La Cruz)-. ¿Cuánto cuesta la extracción de una muela? ¡Barato! 30 dólares cada una. ¿Cuánto me dijo que era el valor de ese curso? Unos 15 dólares que no enriquecen ni empobrecen a nadie.

Definitivamente la economía venezolana está dolarizada. Si quieres comprar unos cauchos para tu carro, no los encuentras cotizados en bolívares. E incluso las consultas médicas las están realizando con “dólares en la mano”.

Todo está dominado por la moneda del “imperio”, todo salvo los menguado y raquíticos sueldos de los venezolanos.

La economía venezolana ya no se mide en bolívares llámense estos fuertes, soberanos o bolívares de los viejos, sino que su dinámica, hoy más que nunca, la mide el Dólar.

Ni siquiera el Petro puede suplantar la influencia de las populares “lechugas”. Nicolás Maduro en su terquedad histórica y anticapitalismo dogmático ha tratado de crear sustitutos del Dólar, como por ejemplo en rublo ruso, las rupias de la India o los yuanes de China, pero nada de esto ha servido.

En su desespero habló de la comercialización del petróleo venezolano en euros, pero ni esto pudo detener el crecimiento del flujo de dólares en la sociedad venezolana.

Cuando algunos analistas económicos y dirigentes políticos hablan de la necesidad de la dolarización de hecho y de derecho de la economía nacional, dan justo en el clavo. Esta es la única forma de salvar la economía nacional.

Si los venezolanos empiezan a obtener por sus trabajos, productos o servicios dólares, si podrán ganar lo suficientes para vivir bien, y esto significa comer, vestirse, educarse, recrearse y ahorrar como Dios manda.

Lo cierto es que mientras la izquierda siga en el uso y ejercicio del poder, no existe la posibilidad de superar la grave situación que padecemos en este momento en el país.

A la hora de redactar este artículo de opinión el kilo de carne está en 900 bolívares, el queso es incomparable y el pollo está por las nubes. Lo paradigmático de todo esto es que para el Gobierno y para los más férreos de sus seguidores no todo está tan mal, y las problemáticas actuales son producto de la guerra económica.

Aún me acuerdo cuando los seguidores de la revolución tenían la desfachatez de aseverar que “a mí no me importa el precio del Dólar porque yo no gano en dólares”. Semejante demostración de demencia no se ha visto en otra parte del mundo.

La dolarización es real, la vemos en los consultores, en los talleres, en los automercados, en todas partes. Aquí nadie quiere hacer nada si no le pagan en dólares; y lo más triste de todo esto es que son los propios enchufados los que tienen mayor acceso a bienes y servicios, en comparación al resto de la sociedad, porque son ellos los que sí tienen capital en monedas extranjeras.

Esta es la diferencia entre el dirigente socialista y el capitalista. El socialista quiere vivir bien él, y dejar al pueblo en la miseria; el capitalista quiere vivir bien y que el resto de la humanidad también viva bien. Así de simple.

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