martes, 14 de julio de 2015

No hay nada

Cogito ergo sum-.  Carnicerías sin carne, panaderías sin pan, licorerías sin licor y en Miraflores cráneos sin cerebro. Este es en resumen la realidad de la escasez que se está viviendo en nuestra Venezuela.

Mientras que el Alto Gobierno sigue jugando con candela, mientras en Miraflores promueven el caos como estrategia de aniquilación de las estructuras democráticas para la instauración de un régimen totalitario formal, entre el pueblo todos estamos padeciendo las consecuencias de las negligencias de un modelo comunistoide y fracasado.

El desabastecimiento de alimentos en el país es el resultado de 15 años de hostigamiento a los productores venezolanos, es consecuencias de las expropiaciones de los agricultores productivos, y motivado a una política errónea de promoción de invasiones y anarquía.

Los campos venezolanos, que a decir verdad jamás estuvieron plenamente productivos, fueron sistemáticamente destruidos por el régimen socialista. Por ejemplo, los sembradíos de arroz en las tierras guariqueñas fueron abandonados y echados al olvido y reemplazados por la compra de este producto en el exterior.

Para los llamados revolucionarios es más productivo y hasta lucrativo adquirir los comestibles en el exterior que producirlos dentro del país.

Los presuntos negocios en el manejo de importaciones han sido manejados a discreción y a la luz pública ya han salido varias denuncias al respecto.

Los cierto es que los venezolanos somos los que estamos pagando las consecuencias de esta destructiva visión política y económica del sistema de gobierno actual.

Cuando visitamos una carnicería la vemos plenamente vacía, ¿por qué razón? ¿Los venezolanos estamos comiendo más carne de res? Claro que no, los carniceros no están abastecimiento sus negocios por el precio del rubro, debido a que la inflación generada por las prácticas equivocadas del madurismo convirtió a este producto en inaccesible para el grueso de la población.

La desaparición del pan es consecuencia de la devaluación de nuestro signo monetario que ha dado pie a que el costo de la harina de trigo aumente vertiginosamente, imposibilitando la venta de ese ingrediente esencial para la dieta del venezolano por el alto precio que se le tendría que colocar para que sea adquirido por el ciudadano.

Y aquellos defensores del régimen que se preguntaban “por qué no hay escasez de cerveza”, les informo que ahora hasta hay desabastecimiento de licor, no sólo de las llamadas “frías” sino de otros rubros, a los cuales pesa la amenaza de un nuevo impuesto que encarecería aún más estos artículos.

Y ante todo esto, lo peor que tenemos  en la nación es el desabastecimiento de cerebros y sentido común en los anaqueles vacíos de Miraflores.

En la conducción de país sobran los discursos, pretensiones, planes hegemónicos y  afanes totalitarios, mientras escasean acciones que beneficien a nuestra gente.
En pocas palabras en Venezuela no hay nada, ni para comer, ni vestir, y mucho menos medicamentos. Por este motivo cada uno de nosotros tenemos que dar un paso al frente y reclamar un cambio en el ejercicio democrático del voto.


Cuando votemos mayoritariamente por una nueva Venezuela entonces los candidatos del Psuv sufrirán un total desabastecimiento de votos, y más nada.

martes, 7 de julio de 2015

Cristianos y periodistas

Cogito ergo sum-.  A raíz de la agresión sufrida por algunos colegas comunicadores en las inmediaciones de la sede del Consejo Nacional Electoral (CNE) en la ciudad de Barcelona, es necesario recordar que nuestra loable profesional es un apostolado que tiene mucho que ver con el sacrificio y  con la labor misionera que es informar.

Los periodistas que ejercen el diarismo son como esos sacerdotes misioneros que se lanzan al mundo a llevar la nueva buena. Ambos padecen los embates de los radicales y llevan adelante una tarea social y humana importante.

En esta hora debemos recordar las palabras que San Juan Pablo II nos regaló en el marco del Jubileo de los Periodistas. En aquellos días el Santo Padre realizaba la comparación entre los sacerdotes y los comunicadores, y aseveraba que los medios de comunicación y la Iglesia deben “caminar juntos”.

Su Santidad afirmó que “el mundo del periodismo vive un tiempo de profundos cambios. La proliferación de nuevas tecnologías llega ya a todos los ámbitos e implica, en mayor o menos medida, a todos los seres humanos. La globalización ha aumentado la capacidad de los medios de comunicación social, pero también ha acrecentado su exposición a las presiones ideológicas y comerciales. Esto os debe inducir a vosotros, periodistas, a interrogaros sobre el sentido de vuestra vocación de cristianos comprometidos en el mundo de la comunicación”.

Qué oportunas son estas palabras en este momento. Los periodistas venezolanos debemos tener claro que nuestra responsabilidad es con los ciudadanos, con la tarea constante de informar con la ética y el compromiso que les debemos a nuestros lectores, radioescuchas o televidentes.
Como buenos cristianos tenemos que poner “la otra mejilla” y seguir adelante en nuestro camino de apostolado por la verdad y la información.

La violencia desatada por los agresores de los periodistas es protagonizada por los nuevos soldados que imitan a aquellos que persiguieron, azotaron y vejaron a los primeros cristianos. Por encima de ellos, cada uno de nosotros, periodistas y comunicadores, tenemos el compromiso de superar el valle de espinas de la intolerancia para arribar a la meta de la verdad.

San Juan Pablo II nos decía que: “Con su influencia amplísima y directa en la opinión pública, el periodismo no se puede guiar únicamente por las fuerzas económicas, por los beneficios y por los intereses particulares. Al contrario, hay que sentirlo como una tarea en cierto sentido sagrada, realizada con la conciencia de que se os confían los poderosos medios de comunicación para el bien de todos y, en particular, para el bien de los sectores más débiles de la sociedad: los niños, los pobres, los enfermos, los marginados y discriminados”.

Ante la presión de aquellos que a través del poder desean silenciar nuestras voces, apagar los micrófonos, romper las cámaras y derramar las tintas de nuestros lapiceros, debemos erigirnos como verdaderos predicadores de la verdad de los hechos, llevando las noticias a todos aquellos que están ansiosos de conocer la verdad de lo que nos rodea.

Hoy rezo, más que nunca, por la labor que cotidianamente llegan mis colegas reporteros. Elevo una oración por la protección de cada uno de mis compañeros de calle, para que el Señor en su infinita voluntad los ampare.


Dedico estas líneas a todos los periodistas, comunicadores, fotógrafos y camarógrafos, sobre todo a todos aquellos que trabajan en nuestra amada ciudad de Puerto La Cruz y en todo nuestro grandioso estado Anzoátegui.