lunes, 29 de febrero de 2016

De Recadi al Bicentenario

Cogito ergo sum (Puerto La Cruz)-.  Claro que estoy de acuerdo con que todos los corruptos paguen por sus delitos. ¡Claro que sí! Lo único que podemos objetar es que en Venezuela, salvo el caso de del enjuiciamiento y destitución del expresidente Carlos Andrés Pérez, el resto de los episodios de esta índole terminan pagando los platos rotos los más débiles de la cadena.

Como nos lo ha confirmado la historia venezolana, el problema de la corrupción no se detiene en los niveles más bajos de la cadena administrativa, sino que desciende de los mayores peldaños jerárquicos.
Desde el más sencillo de los trabajadores de la gestión pública hasta los grandes poderes de decisión y las grandes oficinas, están proclives a caer en la tentación de “agarrar lo que no es suyo”.

Tan típico y socio-cultural se ha transformado el problema de la corruptela que en nuestro país se hizo tan popular la frase: “a mí no me des, ponme donde ‘haiga’”, y disculpen el error voluntario es para representar mejor la expresión venezolana.

Recordamos como el famoso “chinito” de Recadi terminó pagando los platos rotos de aquellos malos manejos que protagonizaron los jerarcas políticos y gubernamentales de Miraflores, en los tiempos de Jaime Lusinchi.

Ahora vemos que cual nuevos “chinitos” aparecen la lista de los funcionarios de los expendios de alimentos del Estado, presuntamente vinculados a mafias de “bachaqueros” y acaparadores.

Estoy completamente de acuerdo que si resultan ser responsables de delitos como el acaparamiento de productos, reventa o re-marcaje de los precios sean sometidos a los dictámenes de la justicia, no obstante ellos no son los únicos que deben comparecer ante los tribunales.

Venezuela recibió en los últimos años el mayor ingreso por razón de la industria petrolera, y a pesar de ello hoy tenemos una alta escasez de productos, la economía está en el piso y las reservas internacionales secas.

Ante esto nos preguntamos ¿qué hicieron con los reales? Y por favor no nos vengan con el cuentico que gastaron miles de millones de dólares en las Misiones Sociales porque no es cierto y sí así fue cometieron una irresponsabilidad enorme al confiar y ser estafados por los cubanos.

Si la lucha contra la corrupción fuese sincera, me gustaría escuchar a los altos funcionarios del régimen hablar sobre el caso de los “narco-sobrinos”, o del hermano de Jesse Chacón, y paremos de contar los hechos punibles que se han suscitado en Venezuela desde el tristemente célebre Plan Bolívar 2000.

Si se quiere limpiar al país del flagelo de la corrupción sin duda se tiene que empezar por la Quinta de Misia Jacinta, porque existen muchas dudas por todo el país de la pulcritud de los manejos de los fondos del Estado.

Y el camino que va desde Recadi y el Bicentenario debería detenerse en el Palacio de Miraflores para meterles la lupa a aquellos funcionarios que portan trajes finos, relojes carísimos, camionetas ultra costosas y demás lujos de un capitalismo exacerbado y fuera de control.  


lunes, 22 de febrero de 2016

La izquierda de siempre

Cogito ergo sum (Puerto La Cruz)-.  Veía un documental con relación a los sucesos alrededor de la caída de Salvador Allende y el ascenso al poder del General Augusto Pinochet en Chile, aunque el trabajo no hacía referencia a nuestro país, cada escena que aparecía en la pantalla de la computadora me era muy familiar.  

En una parte del material fílmico, en blanco y negro, se veía y oía a una chilena diciendo: “es no hay ná”, haciendo alusión al terrible desabastecimiento de productos de alimentación.

“No tenemos ni jabón para bañarnos”, agregaba otra ama de casa en medio de una cola en un centro de comestibles en aquel Santiago de Chile en la década de los 70.

Se explicaba que la política de expropiación de productores del campo decretada por el presidente Salvador Allende y las medidas económicas como la emisión de papel moneda sin ningún tipo de control produjo una hecatombe en la economía de aquella nación sureña.

Partía el alma escuchar a un señor, ya entrado en edad, quien rememoraba la lucha de su madre en contra del modelo socialista implementado por Allende y como ésta y sus compañeras eran agredidas por grupos “armados” de la Unidad Popular, plataforma político-electoral que le servía de sostén al mandatario de la época.

Así como estas, había muchos elementos más que hacían parangonar la realidad chilena de Allende con lo que estamos atravesando hoy en Venezuela. Y la curiosidad periodística sumada a las ansias de amante de la historia me llevó a devorarme, en esos días, un libro sobre la realidad económica de la República Democrática Alemana, es decir, el lado del país germánico que estuvo en la órbita soviética antes del desplome del Muro de Berlín y de la Perestroika.

En el lado “rojo” de la Alemania dividida luego de ser derrotada en la Segunda Guerra Mundial, se padecían los problemas de desabastecimiento, escasez, inflación, y opresión por parte de las autoridades socialistas.

A pesar que por un tiempo la RDA fue la economía más sólida en el mundo soviético, a la larga sucumbió ante las prácticas de supresión de las libertades y el control asfixiante que ejerce el Estado socialista.

Pero, estos dos casos no fueron los únicos. En la Nicaragua de los primeros años Daniel Ortega (en mi primer mandato) surgieron los mismos problemas y los mismos métodos económicos y políticos que jamás han surtido efecto.

Ahora bien, el llamado socialismo del siglo XXI es una especie de “refrito” con un nombre pomposo que los izquierdistas venezolanos plantearon para refrescarle la imagen a un modelo agotado y fracasado en toda la orbe.

Los venezolanos estamos padeciendo las mismas políticas de devaluación e inflación que experimentaron los nicaragüenses, chilenos y en otras latitudes donde el socialismo ha gobernado. En este momento sufrimos los problemas que vienen incorporados en el pensamiento dogmático de la izquierda de siempre.

La escasez es producto del socialismo. Así se ha vivido en Cuba, en el Chile de Allende, en la Nicaragua de Daniel Ortega, en la Rusia Soviética y en la Alemania del Este, sin mencionar en la extinta Yugoslavia.


Mientras los socialistas continúen al frente del gobierno y manejando la economía no tendremos un mejor futuro. Así de simple, así de claro. 

lunes, 15 de febrero de 2016

¡Señora, no hay!

Cogito ergo sum (Puerto La Cruz)-.  Eran las 5:14am de aquella mañana de lunes. Aún sin desayunar, apurada y con notorias ojeras que dominaban su faz, la señora Cándida, con sus 70 años encima, enciende su carro para ir en busca de su pastilla para la hipertensión.

Desde hace más de una semana que la última reserva de píldoras contra la tensión, compradas tres meses atrás, se le agotó. Su estado médico no es el más recomendable y su tensión es emotiva, por lo cual cualquier alegría, rabia o tristeza puede detonarle un alza perjudicial de sus indicadores.

Con angustia tomó las llaves de su carro y salió, cual Odiseo, a zanquear por toda la ciudad sus medicamentos. De paso, en su cartera lleva, por si acaso se le olvida, los nombres de los medicamentos de su esposo y de su hermana, el primero sufre del corazón y la segunda de diabetes.

Comienza su recorrido. En la primera farmacia el expendedor le contesta “lo sentimos, no hay”. Se monta en su vehículo y continúa unas cuadras más para recibir una respuesta parecida “que va, eso se agotó hace tiempo”.

No se da por vencida, ¿y cómo darse si su vida y la de sus seres queridos penden de un hilo?, Sigue su trayecto hasta llegar a otro local farmacéutico y la tristeza la invade: “señora, si hubiera llegado 15 minutos antes lo compra, pero acabo de vender lo que tenía”.

Cabizbaja vuelve a sentarse detrás del volante y prosigue en su búsqueda. En una botiquería se apea con rapidez y vuelve a recibir la respuesta de siempre “no hay”.

Decide acudir a los llamados CDI, porque según le dicen ellos a veces tienen medicamentos “cubanos y medio chimbos”, pero que igual resuelve. Y allá igualmente es recibida con un “se agotó y no sabemos cuándo nos llega”.

Cándida, respira profundamente como evitando caer en una depresión y explotar en llanto. Ahora con paso lento, totalmente desanimada, regresa a su vehículo.

Se queda un rato con los ojos cerrados y sus manos empuñando con fuerza el volante. Y piensa “y ahora qué hago” “para dónde voy” “qué debo hacer”.

Toma su celular y le marca a su médico. El doctor le contesta como al cuarto repique.

-Doctor: Buenas tardes, en qué le puedo servir.

-Cándida: Dr. Fernández, le habla la señora Cándida Valenzuela. Mire las pastillas de la tensión no las encuentro por ningún lado, será que me receta otra.

-Doctor: Mi señora, todos mis pacientes me llaman por lo mismo. Aquí no hay medicamentos para nada, pero no se preocupe ya le escribo una lista con medicinas afines para ver cuál consigue.

Al cabo de unos minutos recibió en su teléfono una lista de no menos de 10 nombres de remedios diferentes para “ver con cual la pega” y así Cándida sigue su búsqueda.

Ya las horas de la tarde van llegando a su fin, lo único que ha conseguido en toda la tarde es un dolor de cabeza. En todo el día apenas probó bocado, tan solo un cachito y un café que le costó lo que en su tiempo era una cena en un restaurant de lujo.

Derrotada, nerviosa y angustiada Cándida estaciona su carro en el garaje de su hogar. Ya con las lágrimas escapándose de sus ojos abre la puerta y se sienta en los muebles de la sala.

En su mente sólo retumba una frase: “Señora, no hay”. 

miércoles, 10 de febrero de 2016

Cambio de modelo

Cogito ergo sum (Puerto La Cruz)-.  Si nos referimos a gobernar como la acción política de ejercer el poder para el beneficio de los gobernados, podemos afirmar con toda propiedad que Nicolás Maduro no gobierna.

Desde que el actual inquilino de Miraflores asumió, luego de unas elecciones dudosas desde todo punto de vista, la silla presidencial e inclusive desde antes de las elecciones cuando el expresidente Hugo Chávez, sabiendo desde hace rato lo que le venía, lo dejó encargado de la silla presidencial, el señor Maduro no ha sabido dirigir los destinos del país.

Aunque, esto sí, sería injusto afirmar que Nicolás Maduro es el culpable de la crisis, porque el recibió un barco a la deriva, sin timón, haciendo aguas por doquier y en medio de un maremoto económico.

Nicolás lo que hizo fue empeorar la situación que se vivía. ¿Cuál ha sido el error de Maduro? Podemos enumerar un sinfín de decisiones, acciones u omisiones que constituyen el mapa de sinsabores, yerros y  torpezas que han caracterizado su administración, pero el origen de todo es su pensamiento ideológico.

El esquema político y económico presidencial está moldeado por los principios, fracasados y obsoletos, de la década del 60 y el empuje soviético en medio de la ya extinta Guerra Fría.

Para Maduro los ideales marxistas no han fenecido, para él aún es una realidad el bloque soviético, la denominada resistencia cubana en el Caribe y el ejemplo militante del “gran salto adelante” de Mao en la China comunista.

Para la visión, patológica presidencial, el Muro de Berlín no ha caído y jamás ocurrió la perestroika. Este es el meollo de problema nacional.

La carencia de producción nacional, el modelo rentista, la política internacional llevada adelante por Chávez y continuada por Maduro, es un claro reflejo que para los poderosos de las boinas rojas la historia se congeló en los años de las guerrillas revolucionarias y de las arengas socialistas de Salvador Allende y otros.

La crisis económica y fiscal del país, la carencia de alimentos y de productos de toda índole, las expropiaciones y demás son expresiones inequívocas de una mentalidad trasnochada y arcaica.

Mientras la nación sea conducida por nostálgicos de la URSS o la extinta Yugoslavia, mientras que la política económica esté dirigida por personeros que digan como el “Che” Guecara “yo no soy economista, lo que soy es comunista” no saldremos de la grave crisis económica, política y social en la cual nos sumergieron los paladines de la izquierda despechada.

Tenemos que cambiar el modelo para enrumbar a la nación hacia destinos muy diferentes a los que hoy transitamos.

El cambio no debe ser de forma, sino de fondo. Pensar que proseguir con un pensamiento socialista moderado o progresista cambiaremos la crisis en la cual estamos metidos es pecar por inocentes.

Venezuela tiene que virar en su concepción económica. Tenemos que abrirnos al mercado internacional, respetar la propiedad privada, incentivar a los venezolanos a ser productivos empezando por aquellos trabajadores, inversores y desarrolladores de planes de acción en el campo venezolano.


El cambio de modelo debe llevarnos a una nación de felicidad, propiedad, inversión, trabajo y respeto. 

martes, 2 de febrero de 2016

Por la desestatización

Cogito ergo sum (Puerto La Cruz)-.  Aunque no soy economista ni pretendo serlo, a continuación esbozaré algunas de mis ideas en este plano del pensamiento humano y de la política, todo como parte de mis concepciones ideológicas.

Decir que estamos atravesando una crisis económica es llover sobre mojado. Cada uno de nosotros ha vivido los sinsabores de la realidad que estamos padeciendo, y cada uno de nosotros hemos expresado en múltiples formas nuestro desagrado y rechazo a las políticas que se han llevado adelante desde Miraflores.

Como demócrata-cristiano soy un defensor de la justicia social, del respeto a la propiedad privada, de la familia, soy un guerrero por la a la libertad religiosa y la defensa de la vida, además de un promotor del ser humano como eje y centro de la sociedad.

Movido por mi pensamiento conservador creo que el Estado debe, en este momento particular, desprenderse de todas aquellas empresas que arrojan pérdidas o que el Gobierno no ha sabido administrar.

¿Qué hace el Estado siendo propietarios de hoteles? Ante la crisis que estamos sufriendo debemos desestatizar la red hotelera que en este momento administra el Estado. Vendamos a la industria privada estas instalaciones y que sea este capital particular el que asuma la responsabilidad que hacer rentable la industria hotelera nacional.

¿Qué hace el Estado con centrales azucareros que no producen ni un quintal de azúcar? ¿Qué ha sucedido con las empresas productoras de harina precocina que están en manos estatales? En el mercado no encontramos las marcas de harina de maíz que están, supuestamente, siendo producidas por el Estado.

Ante la incapacidad e improductividad del Estado debemos sincerar nuestras capacidades y entregarles a inversionistas privados nacionales, luego de una justa cancelación del valor real de estas marcas y/o empresas, el manejo productivo y la comercialización de estos rubros.

Igual sucede con las miles de hectáreas expropiadas por la gestión de Hugo Chávez y abandonadas actualmente. ¿Preferimos mantener las tierras ociosas o venderlas a productores del campo que empiecen a cosechar los rubros que en este momento están ausentes de las mesas de los venezolanos?

La desestatización debe extenderse a los campos venezolanos. Debemos entregarles las tierras a los hombres y mujeres que estén dispuestos a trabajarlas y extraer de ella sus frutos, para así satisfacer las necesidades alimenticias de toda nuestra población.

Inclusive se debe discutir la posibilidad que el Estado venezolano se deshaga de las empresas básicas de Guayana que están en números rojos.

¿Y esto se debe hacer? Sí, porque en manos del Estado no se producen cabillas, y la escasez ha llegado a tal nivel que la construcción particular se ha convertido en algo imposible.

Esto mismo aplica para la industria cementera que fue expropiada por el régimen y gracias a ello en este momento no se consigue cemento ni para un bloque. Frente a esta negligencia oficial es necesario que se emprenda la desestatización.


El empequeñecimiento del Estado ayudará a darle balance fiscal al país y esto debe estar acompañado por la promoción de inversiones en diferentes áreas, como la turística, y la diversificación real y efectiva de nuestra economía.