lunes, 1 de febrero de 2021

¿Aprenderemos la lección?

 Por José Dionisio Solórzano


Cogito ergo sum-. Será que los venezolanos, por fin, aprenderemos la lección. Nosotros no podemos seguir siendo los mismos «tipos chéveres» de otros tiempos. Pues, hemos visto como los demás nos pagan  por nuestra amabilidad.

Los venezolanos, por décadas, fuimos el destino que abrigó a extranjeros de toda índole. Les abrimos las puertas a latinoamericanos que huían de persecuciones políticas, de guerras internas y de crisis económicas agobiantes, aquí crecieron profesional, técnica y humanamente familias provenientes del Perú, Ecuador, Argentina, y ni hablar de quienes vinieron de Colombia y de Trinidad y Tobago.

Venezuela fue una tierra abierta a los extranjeros, aquí el portugués era el dueño de la panadería, el italiano era el sastre o tenía su zapatería, aquí los «turcos» eran quienes vendían desde muebles hasta quincallerías. Éramos una metrópolis de razas bien recibidas y bien atendidas.

Ahora, cuando somos los venezolanos a quienes nos ha tocado emigrar a otras latitudes, nos tratan como leprosos que nadie quiere.

El gobierno del Perú, desde el Palacio de Pizarro, moviliza su ejército  a su frontera norte para evitar que los venezolanos pasen, y aunque están en su soberano derecho a regular la inmigración ilegal, también es perentorio  recordar que ellos aquí entraban como  «Pedro por su casa».

Y más allá de esto, lo que genera más indignación es como en el extranjero está abusando de nuestras compatriotas; leemos constantemente noticias que en Trinidad y Tobago secuestran, maltratan,  violan y hasta asesinan a nuestras venezolanas, y más recientemente el mundo se quedó estupefacto ante la terrible violación que sufrió una venezolana de apenas 18 años de edad en Argentina.

Lo que provoca más indignación es que los jueces argentinos dejaron libres a esa bestia que violó a la venezolana y lo vuelven a encarcelar por la presión interna que se articuló; lo que genera más rabia es que para los tribunales argentinos nuestra hermana venezolana no tiene derechos, como si no fuera un ser humano. ¡Qué arrech…!

En conclusión, los venezolanos debemos aprender del cómo nos tratan cuando emigramos, y debemos reconocer a quienes son realmente solidarios con los venezolanos y quienes no; por ejemplo, en España, la fraternidad hacia nuestros hermanos ha sido notoria, sincera y decidida, en cambio, en muchos otros países, sobre todo de América Latina, la xenofobia ha sido cruel y desalmada.

Debemos aprender la lección que vida nos está dando; debemos aprender a reconocer donde están nuestros amigos y donde nuestros enemigos. Nunca podemos olvidar el trato que desde Trinidad y Tobago le han propinado a nuestros hermanos, jamás podemos permitir un «borrón y cuenta nueva» con respecto a Guyana y su deseo desmedido de robarnos el Esequibo.

Tal vez mis palabras suenen agrias, tal vez incomoden a espíritus cándidos que no comprenden la dimensión de nuestra tragedia; sin embargo permítanme recordarles un pasaje de la Biblia, uno de los 10 mandamientos que dice: «Ama a tu prójimo como a ti mismo», es decir, Dios mismo nos manda a amar a otros como «a nosotros mismos» no «sobre nosotros mismos». Tenemos que querernos primero nosotros como pueblo, como nación, para así querer a los demás.

No se trata de poner «la otra mejilla», pues ya las hemos puesto todas.

¡Para mí el guarapo dulce, el café amargo y el chocolate espeso!