lunes, 25 de abril de 2016

Raras amistades

Cogito ergo sum (Puerto La Cruz)-.  Por 17 años el gobierno de la autodenominada “revolución” se dio a la tarea de ganarse el “cariño” de varios gobiernos de Latinoamérica y del resto del mundo a punta de cheques.

El expresidente Hugo Chávez, con el entonces Canciller Nicolás Maduro, se afanaron en comprar la “amistad” de un sinnúmero de gobiernos en el globo terráqueo, motivados por distintas inclinaciones.

Chávez y los vividores de Venezuela

Una de ellas fue el deseo patológico del otrora Jefe del Estado de convertirse en un líder continental y transatlántico, además de la necesidad igualmente psicológica de ser adulado, reverenciado y “apreciado” por otros mandatarios del mundo.

Esto llevo a que el gobierno venezolano firmara acuerdos muy jugosos para otras naciones, mientras representaban daños irreparables para nuestra economía.

Esta demencial actitud de la “revolución” representó la pérdida de miles de millones de dólares para nuestra nación.

El chulo mayor, Fidel Castro
Hoy cuando se agudiza la crisis eléctrica recordamos como Hugo Chávez le regaló, sí leyeron bien le re-ga-ló al gobierno del Brasil, específicamente a Luis Ignacio Lula Da Silva, un tendido eléctrico desde el Guri hasta la nación carioca y empezamos a suministrarte gratuitamente energía a una parte de ese país.
¿Y cómo dejar de mencionar los regalos petroleros? Con el cuento de ayudar a pueblos hermanos, este modelo despilfarró centenares de millones de dólares.

Vendimos a un gran número de islas del Caribe, entre la que destaca Cuba, y a repúblicas dentro del subcontinente Latinoamericano como Nicaragua, Bolivia, Uruguay, petróleo a precio de gallina flaca y además fiao.

Los representantes de este socialismo decadente no sólo acordaron convenios de pago a 20 años con precios irrisorios, sino que construyeron refinerías, aeropuertos, hospitales, carreteras y demás infraestructuras en otras naciones.

Ahora bien, ¿y dónde están estos supuestos amigos? ¿Por qué Bolivia, Nicaragua o Cuba no nos envían comida a un precio solidario o socialista? ¿Por qué será que los amigos comprados del régimen no regresan el favor fiándonos medicina, alimentos o repuestos?

Cuánto dinero no se llevó Evo de nuestra tierra

¡Claro! La respuesta a esas interrogantes es una sola y fácil. Todas estas naciones tienen o han tenido gobiernos de vividores que se chuparon a Venezuela y además los inquilinos de Miraflores en los últimos 17 años de “revolución” han sido unos pen…os.

Hoy, los venezolanos estamos sin las ganancias de la venta de nuestro petróleo porque los señores Hugo Chávez y Nicolás Maduro decidieron regalarlos a otras naciones, hoy estamos metidos en la peor crisis económica y social de nuestra historia y todas las “raras amistades” que este dúo compró durante 17 años le dieron la espalda.

“Amor con hambre no dura”, así dice un viejo refrán y en lo personal agregaría que “revolución sin real se acaba”.

De este período, que Dios mediante se acerca a su final, los venezolanos debemos aprender que el nacionalismo no se demuestra con palabras o citas  del Libertador, sino con hechos reales, colocando a nuestra gente por encima del resto del mundo, también aprendimos que en el socialismo abundan tres cosas: Pillos, promesas y decepciones.



martes, 12 de abril de 2016

Sobre los tribunales de Robespierre

Cogito ergo sum (Puerto La Cruz)-.  Cuando observamos como el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) actúa siguiendo los lineamientos políticos de Miraflores y como se transforma en una oficina de abogados que le presta servicios particulares al Psuv, es menester recordar un poco la historia de la justicia en tiempos de socialismo.

El hombre del terror francés


Aunque los ejemplos de abusos legales abundan en la II República Española, de 1931 al 1939, en los tiempos de la instauración del poder revolucionario en la Cuba fidelista (con fusilamientos indiscriminados), o en la era de Salvador Allende en Chile, en esta ocasión quisiera centrarme en la génesis de la violencia socialista inspirada en los jacobinos franceses.

Maximilien Robespierre, el emblemático señor del “terror” en los tiempos del Directorio de Salud Pública, estaba convencido que la justicia se instauraba a través de la fuerza y que la búsqueda de la “Verdad” se conseguía  mediante la opresión.

El “genio del terror” decía que: “¿Qué queréis vosotros, a quienes os gustaría que la verdad fuese impotente en los labios de los representantes del pueblo francés? La verdad indudablemente tiene su poder, su cólera, su propio despotismo; posee acentos conmovedores y terribles, que resuenan con fuerza en los corazones puros tanto como en las conciencias culpables, y que la falsedad no puede imitar más de lo que Salomé puede imitar los rayos del cielo; pero acusad a la naturaleza, acusad a la gente, que quiere y ama la verdad”.

Para él la “Verdad”, esa que aparece en las consciencia nebulosas de los revolucionarios, se encuentra a través de la agresión y que es naturaleza humana el uso de la fuerza para la obtención de esta “Verdad”.

No obstante, él no era el único que sostenía que la violencia era la vía expedita para lograr los objetivos revolucionarios. Saint-Just escribió: "Lo que produce el bien general es siempre terrible".

La guillotina de la revolución francesa
En los tribunales revolucionarios se acusaba y se sentenciaba con una rapidez sumarial, el trabajo de la guillotina era incesante y tenebrosamente eficaz. Las leyes no eran tales sino una serie de reglamentos incumplibles que sólo existía para satisfacer lo que Walter Benjamin ha  llamado la "violencia fundadora del Estado".

Y para justificar la barbarie de las acciones seudo-legales los voceros de la revolución, como el mismo Robespierre, manifestaban la necesidad de las medidas sangrientas que materializaban. En el juicio contra el Rey Luis XVI, el hombre del “Terror”, dijo las siguientes palabras:

"Los pueblos no juzgan de la misma manera que los tribunales de justicia; ellos no pronuncian sentencias, sino que lanzan rayos; ellos no condenan a los reyes, sino que los dejan caer en el vacío; y esta justicia es tan válida como la de los tribunales".

Esta inclinaciones de la izquierda, desde los tiempos de los jacobinos, de utilizar la violencia como medio e inclusive como fin, será reivindicado por el mismísimo Karl Marx en la elaboración de su “socialismo científico” cuando, al interpretar a Friedrich Engels , aseveró que:

"La dialéctica materialista asume, sin ninguna alegría particular, que hasta ahora ningún sujeto político ha sido capaz de llegar a la eternidad de la verdad en su despliegue sin momentos de terror”.

Lo cierto, apreciado lectores, es que desde tiempo inmemorables la izquierda ha usado y abusado de las leyes para instaurar el terror. La anarquía como partera y la destrucción como finalidad, por ende, no debe extrañarnos que hoy se utilice en Venezuela al TSJ como instrumento de un terror más refinado aunque igual de lascivo e impuro.