viernes, 1 de diciembre de 2017

País triste

Cogito ergo sum (Puerto La Cruz)-.  Pasamos de ser uno de los países más felices del mundo a convertirnos en una nación de caras entristecidas.

Cuando caminamos por las calles del centro de Puerto La Cruz o por el Bulevar 5 de Julio de Barcelona, vemos cada vez menos personas alegres o en franca tertulia.

Observamos a personas buscando medicinas, con el desespero que nacen de las urgencias médicas. Nos encontramos con padres y madres de familia preocupados por la comida de ese día.

Ni hablar de los útiles escolares o de los gastos normales para la manutención de un bebé. Cada vez somos más pobres y cada vez estamos más tristes.

Aquella Venezuela de jolgorios se acabó. Aquella Venezuela donde le brindamos a cualquier desconocido se consumió en estos 18 años de revolución.

Nos cambiaron de tal forma, que ya dejamos de ser aquel pueblo feliz y despreocupado.

Ahora, vivimos en medio de una eterna angustia por la comida, por la seguridad, por las medicinas. Por todas las cosas que necesitamos y que no conseguimos por ninguna parte.

El legado de aquel que me niego a mencionar es justamente ese, la construcción de un pueblo consumido por los problemas y por la miseria.

Aquellos tiempos del “ta’ barato dame dos” son simple recuerdos en el imaginario popular, es como un cuento que se convierte en mito en la medida que van pasando los años.

Aquello que éramos el país más rico del continente quedó en ese ayer. Simplemente éramos felices y no lo sabíamos, y sí lo sabíamos pecamos de ingenuos al creerle a un encantador de serpientes.

El país se encuentra triste y en la medida que se acerquen las fechas navideñas, la melancolía será cada vez mayor.

¿Qué puede sentir un padre que no puede darle el Niño Jesús a su hijo? ¿Qué puede sentir una madre que no puede abrazar a su hijo que se fue del país en busca de un mejor futuro? ¿Qué puede sentir los venezolanos que no pueden pintar su casa o preparar la mesa navideña como en los años anteriores?

Solo pueden sentir tristeza de ver cómo han aniquilado a Venezuela.

Diciembre era el momento más esperado por las familias venezolanas, en estos días era tradicional el pan de jamón, el cual posee un precio por las nubes. Era normal ver como se compraban los perniles y como toda la familia se reunía para hacer las deliciosas hallacas.

Era un país que en algún momento perdimos, y que espero que en la vuelta de la esquina podamos recuperar para el beneficio de todo nosotros, los que amamos la nación.

Tenemos la obligación de luchar para volver a ser aquella nación de chiste y de algarabía que siempre fuimos.

Como venezolano me niego a ceder, me rehúso a ser parte de un engaño que llaman socialismo.

Es hora de dar un paso adelante, es la hora de desempolvarnos los pies y ponernos en movimiento. Y, ante esto los invito en estas líneas a votar este 10 de diciembre.

Y ¿por qué votar? Porque es el arma de los civiles y los demócratas, porque es la vía de construir desde los cimientos de la nación la Venezuela de alegría que nos arrebataron.


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