jueves, 11 de agosto de 2016

Reloj político

Cogito ergo sum (Puerto La Cruz)-. Los tiempos en política son diversos y en ocasiones antagónicos.

Sí, por ejemplo un exilio “dorado” puede ser no tan reluciente para aquel que desea con frenesí ser protagonista del devenir de los hechos políticos de su patria.

Un testarudo político como el Dr. Rafael Caldera puede estar interpretado y aplaudido por su tenacidad de luchador incansable o percibido como un sectario.

El deseo de eternizarse en el poder, cual Hugo Chávez o Evo Morales, es otra demostración que los tiempos cambian y se adaptan a las visiones personalísimas de cada actor político.

Y ¿por qué hablo de esta dicotomía entre el tiempo como tentación en sí mismo o como tentador de políticos? Porque los venezolanos desde hace un tiempo estamos presos de la angustia del reloj político.

Para algunos la aceleración de los lapsos para la celebración del Revocatorio es perentorio, mientras para otros la demora, las tácticas dilatorias y demás expresiones de esta índole son la receta del éxito.

Para el régimen el tiempo se agota y los caminos se escasean, mientras que para el ciudadano que sufre en medio de las colas para acceder a la compra de comida, el tiempo de la permanencia de Nicolás Maduro en "el coroto se prolonga demasiado.

Para los enchufados le falta tiempo para continuar en el disfrute de las mieles del poder, mientras para aquellos que anhelan el cambio la estadía por más tiempo de los destructores de la nación es inaceptable.

Es cuestión de las agujas del reloj. Por ejemplo la frase de Henrique Capriles de que “los tiempos de Dios son perfectos”, se ha respondido en las Redes Sociales en diversas formas, una de las más geniales fue la aseveración de que “Sí, el tiempo de Dios es perfecto, pero si no vamos para la calle el tiempo de Maduro será eterno”.

Para el joven que tiene un mundo por delante el tiempo debería ser aún relativo, inclusive gigante e inagotable, no obstante la realidad es otra. En la era de revolución para un joven recién graduado estamos viviendo tiempos de opresión, desilusión y desesperanza.

Y el reloj político, a pesar de unos y de otros, sigue avanzando. El tic, tac, tic, tac, de la sociedad venezolana va marcando la hora de un desenlace “como sea” de la grave situación que padecemos dentro de la nación.

Si no se permite la celebración de elecciones este año, si el Consejo Nacional Electoral y el Tribunal Supremo de Justicia prosiguen en su afán de secundar al régimen convaleciente de Maduro, el tiempo del pueblo no se hará esperar.

El reloj político marca la hora de la acción cívica, democrática, pacífica y constitucional. El reloj político marca el tiempo de los cambios que necesitamos y que anhelamos.

Y, mientras Maduro y su combo buscan detener el tiempo, entre los factores de la Unidad Democrática se tiene que leer muy bien los minutos y los segundos, se tiene que interpretar con responsabilidad y exactitud  lo que representa ese nuevo tiempo que aspiran millones de venezolanos.

El reloj avanza para el Referendo Revocatorio o para la salida que el pueblo determine en su voluntad mayoritaria y sagrada.


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