miércoles, 8 de enero de 2014

Lucha interior venezolana

Cogito ergo sum-. “Sufres… y no querías quejarte – No importa que te quejes – es la reacción natural de la pobre carne nuestra -, mientras tu voluntad quiere en ti, ahora y siempre, lo que quiera Dios”. Así dice uno de los puntos del libro Camino de San  Josemaría, en el capítulo llamado “Lucha Interior”, en este estrato quisiera extraer lo importante de la capacidad humana, en la fe, para soportar difíciles situaciones y continuar.

En ocasiones la vida golpea, el destino se aparece como un tallo de rosas, cargados de miles de espinas hirientes y agresivas. ¿Detenernos en su paso? eso sería renunciar a la voluntad que el Señor nos ha dado, sería dejar de disfrutar de la belleza y tierno aroma de la rosa.

La vida está cargada de tropiezos, de hechos tristes, es que sin ellos jamás pudiéramos sentir o vivir la fascinación por la alegría y lo justamente logrado.

Sí tienes voluntad puedes lograrlo, si quieres puedes, si te lo propones con fe no dudes jamás en que sí lo tendrás, sin embargo ¿qué tendrás?, tendrás exactamente lo que te propongas y anheles más.
Los venezolanos somos un pueblo que ha pasado por trances difíciles, siempre apoyados por la fuerza de un buen ánimo que en ocasiones es devorador hasta de nuestras más crueles tragedias.

Hoy el país está sumido en una lastimosa realidad, tal vez tú que me lees puedes ver a tu lado y descubrir la tristeza de unos o los miedos de otros; es difícil entender el cómo llegamos hasta aquí, aunque lo cierto es que estamos en un momento traumático para miles de venezolanos.

En Puerto La Cruz, ciudad donde resido, padecemos los mismos problemas que se pueden ver y sentir en Apure, en los Andes, en Guayana; todos nosotros estamos sufriendo los inclementes latigazos de un sistema que entre engaños nos somete, y somete a pasar trabajo y a ahogarnos en los lodazales de un sistema ya caduco.

El socialismo actual, esto que es una mezcla de desigualdades sin límites, ese socialismo que es igualdad para los de abajo, mientras existe una diferencia entre los de arriba, casi siempre altos jerarcas de un Estado enriquecido a costillas de las necesidades del común, es el vivo ejemplo de la destrucción y la marginación por creencias políticas, sociales e inclusive religiosas.

¿Por qué razón inicié este artículo citando a un santo?, sencillo, es hora de que la santidad que reposa en nuestro ser interior salga a flote, para así emprender la batalla, tal vez santa, de la reconquista de la venezolanidad, esa que es la verdadera, la que se ha perdido entre lánguidos discursos patrioteros e hipócritas que hablan del Libertador, mientras la suela del invasor cubano yace en el solio sagrado nacional.

Para nosotros, los venezolanos que creemos que una Venezuela mejor es posible, que luchamos día a día por alcanzarla, es una obligación militante y ferviente lograr que una parte de la nación que aún siguen encandilados por las promesas de una revolución que simplemente revolucionó todo enrareciendo al país, se unan a la causa realmente nacional, cristiana y de orden que tanto necesitamos todos.

El socialismo de hojalata que profesan o dicen llevar adelante los ejecutores de este Gobierno ha hecho que el cuerpo de la sociedad venezolana siga siendo golpeado sin cesar por problemas de todo tipo, son los causantes de las úlceras y hematomas que la república siente por toda su extensión.

¿Sufrir? Si eso hemos hecho a lo largo de estos años, ¿rendirnos? No es una opción para nada ni nadie. ¿Confiar? Es la mejor arma que tenemos,  en la Fe en Dios primeramente y en la confianza de nuestras propias fuerzas y voluntad.

Twitter: @jdsolorzano


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