martes, 19 de marzo de 2019

Juegos de ajedrez político


Cogito ergo sum (Puerto La Cruz)-.  La política siempre ha sido un juego. Sí, un juego de astucia, inteligencia y poder. Es como un tablero de ajedrez, donde muchos jugadores intervienen con distintos objetivos y perspectivas, pero persiguiendo un único fin: Ganar.

Hoy no hablaremos de la política desde su visión ideológica, ni desde las concepciones dentro de la rama filosófica del pensamiento humano. ¡No!

Ni mucho menos hablaremos de la tan esencial ética dentro de la política como bien nos enseñó Santo Tomás Moro, sino que disertaremos de la otra política, aquella que se mueve con sigilo y que pica con ponzoña.

Quisiera hablarles sobre lo que los franceses llaman “Realpolitik”. Sí, de la capacidad de los actores políticos de encumbrarse en el poder, de jugar un juego donde solo los más intrépidos alcanzan el éxito.

Cuando pasa el tiempo el juego, y las acciones dentro de él, junto con los jugadores, pasan a ser parte de la historia. Por ejemplo la decisión de Simón Bolívar de libertar a América fue una idea y/o proyecto motivado por una visión noble, no obstante el llevarla a la práctica fue un proceso inspirado por mera política.

No olvidemos que bien lo decía Carl von Clausewitz con su célebre frase de que «La guerra es la continuación de la política por otros medios». Y así es, la guerra es la hermana fea de la política y a veces hay que bailar con ella.

Simón Bolívar, Aníbal, Napoleón Bonaparte, Julio César, Alejandro Magno, entre tantos otros, les tocó danzar con la política de las armas, y su gloria quedó imborrable en los anales de la historia del mundo.

Otros solo juegan el juego de la manipulación, la intriga y la inteligencia entre los pasillos del poder. Algunos como candidatos y otros ocultos entre las mismas sombras que proyecta el poder que en ocasiones ellos mismo construyeron.

Permítanme citar una frase de Games Of Thrones, dicha en la boca del personaje Tywin Lannister: «Una corona no te da poder»... Y qué cierto es, ocupar una silla presidencial, de gobernador o alcalde no significa que su ocupante tenga un poder real y tangible.

En muchas ocasiones el poder está en las manos de jugadores que no vemos, que no oímos y que nunca sabremos todo sobre ellos. En esa misma saga de libros y serie de Tv, ya citada, hay otra afirmación en medio de una conversación entre Lord Varys y Lord Tyrion Lannister:

«Una adivinanza mi señor; hay un rey, un hombre acaudalado y un sacerdote junto con un soldado, cada uno de los tres primeros le piden al soldado que mate a los otros... ¿Quién muere? ¿Quién vive?», Varys quedó mirando a Tyrion esperando una respuesta, éste respondió: «El soldado, es quien tiene el acero, él decide»... Varys contraatacó: «¿el soldado? Si no tiene una corona, ni dinero, y menos el favor de los dioses». Tyrion se echó hacia atrás y agregó «ya no me gustan las adivinanzas».

Varys aprovechó la oportunidad para decir: «Mi señor, el poder es un truco, una sombra en la pared... Y un hombre pequeño puede proyectar una sombra muy grande»... Y así es, a veces quienes creemos que son poderosos son apenas fichas en el tablero del verdadero jugador.

Algunos creen que el juego de la política es como una práctica de sparring, pero se equivocan en algún momento recibirán la respuesta del contrario. Tal vez no sea enseguida, no reactiva, sino que prefieren acatar el viejo adagio de los griegos: «la venganza es un plato que se come frío».

Ya sea que adoptes la filosofía práctica del Arte de la Guerra, o prefieras la menos dócil visión de El Príncipe de Maquiavelo, lo cierto es que si juegas el juego estás entrando a un mundo donde solo puedes confiar en ti mismo y en tus verdaderos aliados.

Y sí, a pesar de todo lo dicho, en la política práctica se construyen alianzas, tan duraderas como la vida misma. No hay cosa que una más a los seres humanos que pasar hambre juntos y vivir una derrota juntos; también la sed de revancha puede hermanar a más de uno.

Esta es la verdadera política de hecho.  ¿A quién le toca mover?

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