martes, 6 de febrero de 2018

Mosca con los rumores

Cogito ergo sum (Puerto La Cruz)-.  Todo inició como comienzan los rumores. De la nada brotaron de la misma sociedad digital una serie de anuncios sobre la desaparición de distintas jóvenes.

Con un vocero anónimo y con las credenciales de lo desconocido, se confirmaron  las noticias de la desaparición de no solo una sino varias jovencitas.

El eco de la noticia no se propagó por la prensa, radio o la televisión, sino en la borrasca mediática de las redes sociales; la opinión pública tumultuaria de Twitter, Facebook e Instagram, fueron los canales escogidos.

Se informaba sobre la desaparición de una, dos, tres, cinco, diez, veinte jóvenes. Algunos hablaban de una red de secuestradores que buscaban muchachas para colocarlas en el mercado internacional como esclavas sexuales.

De súbito, la noticia mutó. No eran solo mujeres, sino que una camioneta negra deambulaba por las calles de Puerto La Cruz, Barcelona y Guanta buscando a niños a quien arrebatar de las manos de sus padres.

Enseguida, eruditos de la información en 240 caracteres dieron su explicación. “Es una mafia que se lleva los niños a la frontera con Colombia o Brasil”.

La proliferación de informaciones se difundió con la rapidez del rayo. Por todas partes emergían “noticias” de los secuestrados. Un caso en Los Cerezos, y otro en Palotal, todo con una velocidad y precisión que los grupos comandos de las grandes potencias militares envidiarían,

Al cabo de unas pocas horas otra alerta. Según decían por los medios digitales encontraron una mujer descuartizada, pero lo curioso es que jamás el cadáver o el despojo de éste llegó a la morgue del Hospital Razetti.

Mientras las cadenas vía whatsaap pasan de celular en celular. Mientras las publicaciones en los diferentes medios se extendían como las llamas en una sabana en pleno verano, solo una denuncia llegaba a los cuerpos de seguridad.

Al término de unos pocos días, el rumor para algunos se convertía en un hecho cierto. Los colegios citaron a los padres y representantes para reuniones de emergencia para tomar medidas de seguridad por la “ola de secuestros”.

Algunos planteles meditaban la idea de cerrar mientras pasaba la alerta en la sociedad. Era un pandemónium total por todas partes.

Los periodistas iban y venían de las comandancias de la policía y hacia la morgue, pero no había indicios de el número exorbitantes de casos de secuestrados como se palpaban en las redes sociales.

Solo uno se reportaba en los cuerpos policiales; lo demás eran noticias y rumores que se irradiaban y ahogaban los ánimos de miles de anzoatiguenses que empezaron a caminar con miedo por las calles.
El paroxismo llegó a niveles insospechados. Todo el mundo temía que fuera verdad lo que se aseveraba por las redes sociales.

El caso de los raptos, me hizo recordar el famoso episodio de la “Guerra de los Mundos” de Orson Wells, en 1930 varios comunicadores de la época en los Estados Unidos adaptaron un libro a un guion de radio. Lo que se emitía por la frecuencia, que era una recreación de esa obra literaria, fue asumido por el público como una verdad. Esto trajo una terrible repercusión.


Ahora, no fue la radio, sino las redes sociales. La reflexión que hago sobre el tema es que cada uno de nosotros tenemos que tener cuidado con lo que publicamos y a quién le creemos en las en estas plataformas.  

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