martes, 13 de junio de 2017

Maquiavelo con faldas

Cogito ergo sum (Puerto La Cruz)-.  En la historia de la humanidad encontramos a políticos que sobresalen por su astucia, su capacidad de maniobra y por sus finas estrategias que los convirtieron en amos de un suceso puntual, período y hasta era.

Obviamente, quien le dio nombre a la socarronería política fue Nicolás Maquiavelo.

El ilustre florentino creó las bases de la diferencia entre estrategia y táctica dentro del quehacer político. Fue un maestro de las intrigas palaciegas y un señor en el manejo del realismo político.

Aunque, después de Maquiavelo e incluso antes, han existido artistas de la política como ejercicio de la maniobra y como práctica de la sobrevivencia.

Armand Jean du Plessis, cardenal-duque de Richelieu, fue uno de esos grandes  estrategas en el arte de mover los hijos del poder detrás del telón.

El religioso católico fue el dueño y señor de Francia durante un largo tiempo, a tal punto que no se movía una paja en sus días sin que él estuviese enterado.

Vale la pena hacer mención a Joseph Fouché y Charles-Maurice de Talleyrand-Périgord dos de los más sagaces políticos durante aquellos tormentosos días de la Revolución Francesa y los días del Imperio Napoleónico.

Ambos actores de la vida política gala sobrevivieron a más de un modelo de gobierno y a más de un gobernante, siempre siendo sobrevivientes de los cambios y permaneciendo en altos puestos de la jerarquía del poder.

Y paremos aquí la lista. Todos estos personajes lograron mantenerse activos y siendo factores de las intrigas de salones gracias a poseer un bajo perfil; sus personalidades de “asesores” le dieron la oportunidad de afianzarse en el poder permaneciendo en las sombras.

Ellos usaron todas las acciones que tenían en sus manos para seguir en el disfrute del gobierno. Todos emplearon sus más fuertes habilidades para perpetuarse en el centro de las decisiones políticas, sin que sus cabezas pendieran de un hilo.

En Venezuela hemos tenido pocos políticos de este estilo. Los titiriteros en ocasiones sueltan los hilos para convertirse en las caras visibles de sus maquinaciones, y es allí donde fracasan.

Nuestra necesidad de caciquismo político ha colmado los deseos de todos los buenos estrategas que abandonan las sombras para ser figuras a la luz de los reflectores, cámaras y el aplauso de la galería. Todos han sucumbido frente al vedetismo.

No obstante, tenemos ejemplos de jugadas políticos de gran impacto en nuestra historia, e incluso en los tiempos recientes.

Por ejemplo, la Fiscal General Luis Ortega Díaz se convirtió en una Maquiavelo con faldas. Ella ha demostrados que sabe mover las piezas del ajedrez.

Su deslinde del régimen, a tiempo, su actuación en contra de la Constituyente y los Magistrados del TSJ la evidencian como, dirían en Games Of Thrones, “una buena jugadora del juego de tronos”.
Luisa Ortega Díaz avanza, primero sigilosamente y luego con vehemencia, en un juego peligroso y extremadamente fructífero si le va bien.

Ella se convirtió en la mano de la cual pende el equilibrio político del país; con extremado maquiavelismo se adueñó de la realidad política  venezolana.


Y frente a esto nos preguntamos: ¿Cuál será el próximo movimiento de la Maquiavelo con faldas?

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