miércoles, 21 de septiembre de 2016

Solidaridad social

Cogito ergo sum (Puerto La Cruz)-. Venezuela es un país vilmente engañado por los inquilinos de Miraflores.

Al pueblo venezolano le prometieron una sociedad nueva, con un hombre nuevo y el “mayor grado de felicidad posible”.

La justicia y el carácter social de la misma eran prometidos como el fin último de un modelo que llegó y que creó expectativas de cambio e igualdad.

A casi 18 años del régimen socialista, que inició su proceso mintiéndole a los venezolanos y no presentándose como tal a los electores de 1998, ha sembrado a Venezuela de mayor desigualdad social y de menos libertad de su historia.

Para algunos entendidos la libertad está reñida con la igualdad; porque para garantizar la igualdad entre los integrantes de una sociedad se debe conculcar libertades, y la libertad absoluta y plena a la larga producirá desigualdades entre los miembros de una nación.

Durante 18 años de socialismo del siglo XXI confirmamos que este modelo no sólo rompió con este esquema, sino que creó otro aún más perverso.

Con Hugo Chávez primero y con Nicolás Maduro después, las libertades individuales fueron violentadas y proscritas, las expropiaciones, los arrestos sumarios, las acciones colectivista destruyeron los últimos vestigios de libertad en el país. Y no sólo ello, sino que durante este mismo ínterin los socialistas del siglo XXI aniquilaron la igualdad.

Sí, los paladines de la igualdad entre el pueblo, fabricaron toneladas de pobres, mientras un selecto grupo político y económico que se agolpó en las inmediaciones del poder se enriquecieron y engordaron en la misma medida que ingestas cantidades de venezolanos se enflaquecían.

Es decir, el modelo practicado por Hugo Chávez y Nicolás Maduro es aún peor que el liberalismo y sus desigualdades, y el socialismo con su cercenamiento de libertades.

Porque el sistema  implementado en Venezuela aniquiló las libertades y siguió, aún más violentamente, generando desigualdades públicas y extremadamente notorias.

Ante semejante realidad política y social en el país, después de la catástrofe de estas casi dos décadas, los venezolanos tenemos que transitar por los caminos de la solidaridad social, aquella que se genera desde el individuo y con enormes dosis de compresión y de responsabilidad con el entorno.

Porque, como ciudadanos tenemos responsabilidades, derechos  e intereses que nacen del uno, pero que este “uno” no se aísla o aparta del “todo”.

Con solidaridad podemos reconstruir el país que recibiremos después de la vorágine roja. Con solidaridad y trabajo, como una mano lavando a la otra, podremos edificar una nueva realidad en Venezuela.





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