miércoles, 7 de septiembre de 2016

Bravuconadas de cobarde

Cogito ergo sum (Puerto La Cruz)-. ¿Nos sorprende que Nicolás Maduro le miente la madre a Henry Ramos Allup? ¿Nos asombra que Diosdado Cabello siga acosando y burlándose de los factores de la Unidad? ¿Es raro oír a José Vicente Rangel no tener reparo en mentir?

Los venezolanos estamos en presencia de las bravuconadas del cobarde.

Es muy común que alguien que posee mucho temor esconda sus sentimientos reales en capas de agresividad, muchas veces infundadas.

Pareciera que este es el caso de Maduro, Cabello, Rangel y compañía.

Cuando vemos a Nicolás Maduro recordar la progenitora del presidente de la Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup, nos percatamos del nivel de pánico que aquel siente cuando el Secretario General de Acción Democrática aparece en acción.

Si recordamos o escuchamos con detenimiento la intervención en la pírrica concentración oficial en la Avenida Bolívar, como acción paralela del régimen frente a la multitudinaria “Toma de Caracas, podemos analizar que las mentiras esgrimidas por José Vicente Rangel responden a una patológica necesidad de negar lo que está frente a sí.

Si a estos dos le sumamos los arrebatos de ira y agresivdad que normalmente protagoniza al nacido en el Furrial, confirmamos que la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) a pesar de los errores está en este momento por un buen camino.

Como se lee en Don Quijote de la Mancha:

“¿Por qué ladran los perros mi señor?” – pregunta Sancho… a lo que responde el hidalgo de la Mancha “porque vamos por buen camino”.

Entonces, mientras más expresiones de rabia se vean en las acciones, rostros y modales de los voceros del régimen, sabremos con más y mayor certeza que “vamos por una buena senda”.

Nicolás Maduro se encuentra disminuido. Qué una señora de Villa Rosa lo saque de sus cabales por el solo hecho de tocar unas cacerolas, evidencia el estado crítico y emocional en el cual se encuentra el inquilino de Miraflores.

Maduro se siente sólo, cada vez más aislado. Sabe, en los más profundo de su ser, que el poder se le está escapando de las manos, esta realidad lo domina y hace que explote en él el claro y simple estado de sobrevivencia natural.

Esto, demás está decirlo, es preocupante. Maduro vive una regresión psicológico donde su cerebro reptil (técnicamente hablando) se apodera de sus sentidos, acciones y reacciones.

De allí que broten con mayor intensidad y frecuencia las gravuconadas de guapetón de barrio.

Sí, ha sido característico del régimen, a lo largo de estos casi 18 años de pesadilla roja, el discurso violento, no obstante en esta ocasión estamos al frente de una demostración desmedida de violencia.

¿Y esto por qué? Porque la nueva violencia que protagonizan los rojos, rojitos es la violencia de los cobardes, la violencia de los perdidos y desesperados. Es el último recurso de un modelo que se encuentra con el sol en la espalda.




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