lunes, 6 de junio de 2016

Sal y azúcar

Cogito ergo sum (Puerto La Cruz)-.  Vamos hacer un pequeño análisis económico, aunque no soy economista, basándonos en dos rubros comunes en el mercado nacional.

La sal y el azúcar son dos productos habituales en la mesa de los venezolanos, no obstante la realidad entre ellos es distinta en medio de la vorágine desatada por los errores del régimen y el caos económico en el cual nos hundió el socialismo.

Veamos pues, por un lado el azúcar es producida por el Estado.

Hugo Chávez en su momento tomó, a través de ilegales expropiaciones, los Centrales Azucareros del país, las consecuencias de esta medida, obviamente política y sin ningún norte económico, fue la desaparición del azúcar de la mesa de los venezolanos.

Hoy en día conseguir, y luego comprar, un kilito de azúcar es una obra de la fortuna y un despliegue de ingenio casi símil a las encarnadas por Odiseo.

Desde la expropiación de los Centrales Azucareros todos la hemos visto amarga. Tanto los trabajadores que quedaron desempleados, los cañicultores que se fueron a la quiebra en muchos casos, y el resto de los venezolanos hemos dejado de consumir este rubro.

En cambio, en el caso de la sal no ha sido así. El Estado socialista no le ha echado mano a este sector productivo y en consecuencia uno puede conseguir montañas de sal en cualquier expendio de alimentos.

Uno hasta puede escoger la marca de su preferencia, lo que es una total proeza en la Venezuela revolucionaria.

Ahora, ¿por qué esta diferencia? La propiedad privada, la inversión individual, la preocupación de ganar o perder hace, sin lugar a dudas, más productiva y eficiente a una empresa, mientras que aquellas que se encuentran en manos del Estado, y un Estado representado en un gobierno tan incapaz como el socialista, los resultados son diametralmente contrarios.

Por un lado la administración privada es más eficiente en sus procedimientos, más honrada y más rigorosa en los manejos de productividad, comercialización, distribución y optimización de los servicios, mientras que las empresas pública en su gran mayoría carecen de todo lo antes expuesto.

Con esto no decimos que toda empresa pública es plenamente mala, por ejemplo durante años la principal empresa estatal del país, Petróleos de Venezuela S.A (Pdvsa), fue la mejor en su ramo superando a organizaciones privadas e internacionales como la Exxon, Texaco y otras.

En el caso de Pdvsa aunque la empresa era y es propiedad de la nación, dentro de su estructura siempre se respetó, en los tiempos de la mal llamada Cuarta República, la meritocracia, y la tecnocracia como herramientas de crecimiento y edificación jerárquica.

Lo que ocurre es que la visión socialista de la economía, la corrupción de regímenes autoritarios y anarquizantes como el actual, devoran cualquier vestigio de productividad.

Volvamos a la sal y al azúcar. En la mayoría de los casos la estatización tiende a burocratizar los procesos de producción generando a su vez un caos interno que a la final pagaran los consumidores, como está ocurriendo con las neveras vacías de millones de venezolanos.


Por todo esto, tenemos una mesa con salero, pero amarga. 

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