lunes, 21 de marzo de 2016

Rezar, trabajar y vivir

Cogito ergo sum (Puerto La Cruz)-.  Si quieren que la paz reine en sus familias y en su Patria, recen todos los días el Rosario con todos los suyos”, así lo dijo San Pío X y me parece adecuado recordarlo cuando estamos en medio de la Semana Santa.

La oración es la vía más expedita para redimir nuestros pecados, para declararle a Jesucristo, el Hijo de Dios, nuestras angustias, necesidades, festejar con Él nuestras alegrías. Y es el Santo Rosario una herramienta infalible para acercarnos más a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Cuando nos dirigimos devotamente a Dios, cuando nos arrodillamos, agradeciéndole al Señor e implorándole por su infinita misericordia, estamos aproximándonos a lo que Él quiere que seamos, estamos dando pasos importantes en nuestra vida como verdaderos y dignos hijos de Dios.

Permítanme recordar, en estas líneas, otra frase que debemos tener presentes como buenos cristianos: “Rezar mi Rosario es mi más dulce ocupación y una verdadera alegría, porque sé que mientras lo rezo estoy hablando con la más amable y generosa de las madres”, así lo dijo San Francisco de Sales, por cierto el Santo Patrono de los periodistas.

Rezar el Rosario es una forma benéfica de encontrarnos con el Señor, de entablar con Él un diálogo de Padre a hijo, estamos empleando un método que la Madre de Dios, nuestra amadísima Virgen María, nos entregó para que libremos diariamente el combate contra el pecado y las trampas que la vida nos coloca en el camino.

Cuando estemos en medio de nuestra conversación con Dios, cuando meditemos profundísimamente los Sagrados Misterios del Rosario, cuando entendamos los porqués de los sacrificios y el Martirio de Jesús de Nazareth, y luego de los apóstoles, comprenderemos cual es nuestro real objetivo en la tierra.

Y es que rezar el Rosario y orar delante del Altar frente a Cristo consagrado nos permite realmente hacernos un examen de consciencia para así poder limpiar nuestras ofensas y pecados a través del Sacramento de la Reconciliación.

Durante estos días santos, debemos asimilar el poder de la oración como el arma de fe más importante para vencer obstáculos, alcanzar metas y ser cada día mejores seres humanos, y si a esta acción, que debería transformarse en hábito, le sumamos el trabajo firme y consagrado a Dios, si dedicamos nuestras labores diarias a Él, podremos alcanzar la mejor metas de todas: Una vida plena.

Porque ninguna vida será plenamente satisfactoria si está de espaldas a Dios, si no cumple con las reglas que nuestro Señor nos ha puesto para que hagamos el bien, para que desbordemos solidaridad, caridad y misericordia.

Quien más rece y ore más cerca estará de Dios Todopoderoso, quien trabaje más ofreciéndole a Dios sus esfuerzos, trasnoches y mortificaciones será ungido por la bendición de la Santísima Trinidad.

Para concluir este artículo, quiero expresarles mis disculpas a todos, sé que no es habitual que esbocé mis creencias religiosas tan abiertamente como en esta ocasión, no obstante como católico que soy me siento plenamente orgulloso de formar parte de la iglesia, y de luchar cada día para vivir en la plenitud de mi fe.


¡Recemos con devoción! 

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