martes, 3 de marzo de 2015

¡Qué buena pregunta!

Cogito ergo sum-. Era un día como otro. Las calles de Puerto La Cruz lucían como siempre, repletas de personas que caminaban, esperaban el autobús o emprendían el forcejeo habitual para montarse en su seno, sujetos comiendo empanadas y automóviles de circulaban en aquellas calles llena de huecos, rayado desvaneciéndose, basura por todas partes y cornetazos que retumban en decenas de miles de tímpanos.

Apenas había bajado de San Diego y estaba organizando mi día en aquella mañana como cualquier otra.
Había comprado los periódicos para el desayuno informativo,  estaba esperando el pase radial para comentar en el programa de Omar González Moreno y Doryel Salazar, Mar de Fondo,  las tendencias informativas en las Redes Sociales, cuando presencié aquella escena y escuché aquella frase.

Procedía a adquirir un refresco, luego que la expendedora me había dicho “tómelo usted de la nevera”, cuando llegó al local un niño de tez morena, cabello liso, ojos vivos, sonrisa pícara, de unos seis años, más o menos.

El jovencito acudió directamente a la vendedora y le preguntó “señora eso cuando vale” y ésta le respondió “eso, cuesta 360 bolívares”, el niño repreguntó “señora y cuándo va a bajar de precio”.

Acto seguido, tanto como la encargada del negocio como su servidor, nos vimos las caras, ante la pregunta cargada de inocencia y de tanto significado social y económico, como una representación sencilla de lo que vivimos cotidianamente en Venezuela.

Nuevamente la vendedora habló y dijo “qué buena pregunta, hijo que más quisiera yo que bajara de precio”.

El muchacho entristecido bajó la cabeza y se marchó del local.

Muchos venezolanos nos preguntamos, igual que aquel portocruzanito, cuándo van a bajar los precios de todos los productos tanto alimenticios, como de bienes y servicios.

La escasez al lado de la inflación está carcomiendo los sueños de los venezolanos, porque si aquel niño no logró comprarse aquel juguete, cómo van a poder los ciudadanos adquirir un apartamento, casa, carro o cualquier otro bien para estabilizarse como un hogar.

La crisis nos hace preguntarnos ¿hasta cuándo resistiremos esta terrible situación? Que día a día se agudiza y desestabiliza, con fuerza, la capacidad familiar e individual de crecer y de vivir.

Por ejemplo la alimentación es cada vez más escasa y menos balanceada como dicta el deber ser, debido a los altos costos de los comestibles y por la desaparición de muchos rubros indispensable para la dieta.
Luego me enteré que el muchacho vive en Las Charas. Como él existe miles de niños que ven sus ilusiones marchitas en un país que se está agotado en la pésima admiración pública roja.

Mientras otras naciones, con muchos menos recursos y condiciones económicas que nosotros, florecen, aquí nuestros propios niños ven sus sueños y pequeñas necesidades ahogadas en el mar de la inflación y por el océano inflacionario que lo devora todo a su paso.

En este escrito quiero públicamente avalar la aseveración de la expendedora de aquel local del centro de Puerto La Cruz y decir, como ella lo dijese, “qué buena pregunta”.


Todos nos hacemos la misma interrogante, que formuló aquel muchachito, ¿cuándo bajarán los precios de las cosas? Y me atrevería a decir que eso lo alcanzaremos con la conquista democrática y decidida de un nuevo gobierno. 

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