lunes, 12 de agosto de 2013

Deber social, cristiano y moral

Cogito ergo sum-. En estos últimos 14 años se ha cacareado mucho sobre el papel del pueblo, del poder de éste en las decisiones nacionales y su protagonismo en el quehacer cotidiano, nacional y transcendental, aunque del dicho al hecho vemos que hay un gran trecho porque el oficialismo sólo predica y no hace.

Quienes vivimos bajo la doctrina de una reivindicación social, quienes creemos que la justicia se alcanzará en la medida que el amor venza las sombras del desdén y la indiferencia, quienes enarbolamos las banderas de la caridad política como un modo de vivir en sociedad, rechazamos el mensaje sin obras, la palabra sin acción.

Amar al prójimo es demostrarlo con acciones concretas; la lucha por la verdad es sinceramente el camino para alcanzar la justicia social y el convivir en armonía, no existirá jamás real convergencia si no somos solidarios, más humanos y decididos practicantes de lo que profesamos, de lo contrario seremos fariseos sociales o políticos.

La lucha por la verdad es la inspiración de la caridad como modelo de acción pública, y aquí me detengo brevemente para rogarles que no confundan este término con limosna porque distan mucho debido a que éste es una acción aislada, aunque piadosa es poco transcendental, mientras que la caridad se eleva a niveles de amor colectivo sin medidas humanas sino divinas.

Lo social no está divorciado de lo cristiano, ya desde su Santidad León XIII, con su Rerum Novarum, hasta la actualidad, la doctrina social de la iglesia nos indica que el buen cristiano debe no sólo ser solidario y defensor verbal de los necesitados, sino que tiene que actuar en el campo político para alcanzar bajo un criterio de cristiandad activa los cambios vitales en los Estados para incentivar la caridad como mecanismos para edificar la civilización del amor que no es otra cosa que la estructuración de una sociedad de hermanos, con justicia y libertad, acompañamiento de prójimo y decidido progreso en armonía con la moral cristiana.

Es decir, el cristiano debe asumir su rol en la sociedad, el creyente debe creer decididamente que Dios es amor y él debe retribuir con ese mismo amor las bondades que el Señor ha creado, y que demostración más sincera de enamoramiento que estar en constante acción por el bienestar de los más necesitados, de estar luchando por la justicia y por el progreso bien entendido, que mayor demostración de amor que obrar día a día en medio del apostolado político del servicio permanente.

Sí, el debate y la lucha social es cada día más importante, debemos acortar las brechas sociales, aunque debemos estar muy alertas en que nuestras acciones no perjudiquen más de lo que la beneficien, la solidaridad no significa nivelar todos hacia abajo, como es la finalidad comunista, sino hacia arriba permitiéndole a todos los ciudadanos los mismos derechos y condiciones de progreso y desarrollo.

Lo social está históricamente relacionado con lo cristiano, y ambos poseen una connotación moral. Quienes amamos a Dios y al prójimo lo hacemos por deber cristiano, por compromiso moral y por amor a aquellos que las condiciones de injusticia y desproporcionalidad social los han llevado a vivir la peor parte de los ajustes socio-políticos.

¡Recordemos, siempre y constantemente, que como hombres debemos mirar con misericordia y amor a nuestros hermanos!

Hoy, en la modernidad globalizante y deshumanizante, en ocasiones no vemos a los demás, a nuestros prójimos, con amor o compasión sino que marginamos, golpeamos y humillamos, estas son las obras que debemos cambiar para alcanzar el objetivo de una sociedad de hermanos.


Twitter: @jdsolorzano 

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