lunes, 14 de septiembre de 2020

El negocio del busetero

 Por José Dionisio Solórzano



Opinión-. Hace unos días, en medio de la cuarentena y ante la necesidad de llenar la nevera, tuve la obligación de salir de casa para realizar las compras indispensables. Debido a la carencia de gasolina no me quedó más remedio que utilizar el escaso transporte público que sigue operando en el eje Barcelona-Puerto La Cruz.

No obstante, debido a la realidad que padecemos y el hace mucho tiempo que no he pisado un banco, no tenía suficiente efectivo para pagar el pasaje, el cual oscila alrededor de 40 mil bolívar… ¡Na'guará!

No tuve más remedio que pagar con un billete de $1. Pensé «Son 40 mil y el dólar está en 360 mil, lo que indica que me debe dar de vuelto unos 320 mil bolívares… Y soluciono el problema del efectivo que necesito para seguir pagando pasajes. ¡Se armó un limpio!».

Iba calculando el número de autobuses que tenía que tomar con el propósito de llegar hasta mi destino y retornar a mi hogar. En eso, el colector venía cobrando a los demás pasajeros, que valga la ocasión de decir iban todos con tapabocas, y unos 4 con caretas, incluyéndome.

Cuando el colector, que cobraba al ritmo de una bachata de alto volumen que amenizaba el traslado, se acercó a mí y dijo, con voz sonora, «pasaje» le respondí extendiendo el billete de un dólar, el cual tomó, observó y tocó, creo que estuvo a punto de darle una lamida, todo con la silvestre intención de comprobar que no fuese falso.

El joven sacó de su bolsillo trasero una paca de billetes de distintos colores y denominaciones. Contó con la rapidez del rayo y me entregó Bs. 220 mil, unos Bs. 100 mil menos de lo calculado y esperado por mí. Tardé unos instantes, conté de nuevo, lo pensé y giré mi cabeza para cuestionarle usando la típica pregunta: «cuánto es el pasaje».

El ayudante del chófer volteó de inmediato y explicó la fórmula matemática que yo no había comprendido. «Señor, el pasaje está en 40 mil bolos, lo que pasa es que aceptamos el dólar a 260 mil». Mi asombro fue tal, que no es necesario escribir las frases que cruzaron por mi cabeza, es suficiente con decir que recordé a la madre del conductor y a la de su ayudante.

El busetero había encontrado un negocio redondo, por cada dólar se ganaba 100 mil bolívares; además, apuesto que después vende los billetes obtenido a como establece los indicadores de la compra-venda de divisas, ganando aún más dinero en la cadena de transacciones que efectúa. Esto demuestra que en Venezuela el que menos puja echa una lombriz.

El país se ha convertido en un mercado persa, aquí todos quieren hacer negocio con todo y por todo; observamos como la necesidad obliga a millones de personas, tanto de clase popular como medias, a sucumbir ante la especulación, el robo descarado y del bachaqueo de toda índole que se ha extendido, diversificado y enquistado en la economía venezolana.

Sin duda, el culpable principal de la crisis nacional es el gobierno y sus políticas. Sin embargo, quienes hacen comercio con el hambre, la necesidad y el desespero de otros son tan malos como aquellos que provocaron la actual situación venezolana. Así de claro y así de sencillo.

¡Para mí el guarapo dulce, el café amargo y el chocolate espeso!

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