lunes, 27 de julio de 2020

Sin una gota


Por: José Dionisio Solórzano

Cogito ergo sum-. Las estaciones de servicio en Anzoátegui están sin una gota de gasolina. A pesar que nuestro estado suma el 80% de la extensión de la Faja Petrolífera del Orinoco, y que poseemos la Refinería de Puerto La Cruz y el Criogénico de Jose, aquí no hay combustible para surtir el consumo interno.

Es increíble que con los millones de barriles de petróleo que aún tenemos bajo el suelo, nuestro pueblo tenga que hacer colas terribles y amanecer en las gasolineras para poder recargar los tanques de sus vehículos con un poco de carburante.

Parece que aquel viejo slogan que decía: Ahora Pdvsa es de todos en verdad se convirtió en una realidad muy distinta, ya que en este momento Pdvsa "es de todos", pero no hay gasolina para nadie.
La crisis del combustible no es nueva, venimos con la intermitencia en el suministro desde el año pasado. Sin embargo, durante este 2020 hemos llegado al punto de una gravedad atroz; ya no existe capacidad de producción interna y el margen de maniobra del gobierno de Maduro, en el mercado internacional, es cada vez más reducido.

En Miraflores obvian el tema de la escasez de la gasolina con la tenue esperanza de lograr un milagro y que las medidas de bloqueo de los Estados Unidos se flexibilicen y que los barcos iraníes puedan entrar a Venezuela sin la presencia de la amenaza de los buques de guerra de la armada norteamericana.

Nicolás Maduro sabe que la ausencia de combustible, más la cuarentena y el alto costo de la vida, son tres indicadores peligrosos y más cuando la sociedad está sumergida en unos inauditos niveles de presión económica.

Para quienes ostentan el poder, una explosión social tendría una gran repercusión política que harían temblar su estabilidad y ser el detonante de una escalada de acciones que pudieran desembocar en la caída del sistema actual de gobierno y de sus ejecutantes.

En la sede del Gobierno saben muy bien que no les conviene tensar aún más la cuerda del aspecto social, y están buscando la forma de suavizar el impacto de la molestia en los cerros y barrios de toda Venezuela, puntualmente los de Caracas.

He palpado como tratan de mejorar el suministro y distribución de las llamadas Cajas Clap, con el propósito de que sirvan de una válvula de escape en los sectores más desposeídos y que ayuden a bajar la calentura en comunidades que en este momento se sienten solas, asfixiadas y con el estómago gruñéndoles.

No obstante, la carencia de gasolina está ocasionando un aumento de la temperatura colectiva, ya hemos visto reiterados altercados en las estaciones de servicios donde una población airada se alza y enfrenta incluso a los efectivos militares apostados en las gasolineras.

Ya en Aragua de Barcelona observamos un ejemplo de lo que hierve en la sociedad, y también vimos como un funcionario, actuando cual esbirro, disparó contra dos ciudadanos que solo querían echar gasolina luego de días de cola.

¿Por qué sucede esto? La escasez propiamente dicha ya sería, en cualquier parte del mundo, razón suficiente para un reclamo colectivo, sin embargo en Venezuela hay un agregado cultural, que no podemos obviar, como es la certeza popular que el petróleo es de los venezolanos, esta premisa ha calado profundamente en el ánimo nacional, es por ello que la ciudadanía no acepta que le racionen un servicio y/o recursos que por tradición "es de todos".

Es por ello que mientras persista la escasez de gasolina, el Gobierno tendrá sobre sí la espada de Damocles pendiendo y con un filo demasiado afilado.

¡Para mí el guarapo dulce, el café amargo y el chocolate espeso!









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