martes, 1 de octubre de 2019

Trágala perro, trágala gato


Por José Dionisio Solórzano

Cogito ergo sum-. “Trágala perro, trágala gato”… así correaba el populacho limeño cuando vieron apearse del vehículo, empujado por caballos, al ilustre General venezolano José Laurencio Silva, quien acompañaba  al Libertador Simón Bolívar y al ya Mariscal Antonio José de Sucre, a una celebración en tierras peruanas.

“Trágala perro, trágala gato”… repetían sin cesar los hijos del Perú cuando observaban aquel soldado de piel mulata y ceño fruncido. “Trágala perro, trágala gato… todos los colombianos son mulatos”, voceaban a garganta desprendida, con aquel tono insultante, xenófobo y racista.

“Trágala perro, trágala gato”, así los limeños recibían a uno de los artífices de las, para entonces, más recientes gestas libertarias; “trágala perro, trágala gato, todos los colombianos son mulatos”, decían porque para aquellos días ya la Gran Colombia estaba conformada y para limeños los venezolanos, neogranadinos y quiteños, eran simplemente “colombianos”.

Con hidalguía, José Laurencio Silva se puso de pie, y antes que el Libertador o el Mariscal Sucre intervinieran, quienes habían quedado estupefactos por aquella demostración de desprecio contra uno de los más valientes guerreros de la gesta libertadora, elevó su voz por encima de la muchedumbre y dijo: “Trágala perro, trágala gato, no serían libres sin los mulatos”… “trágala perro, trágala gato, no serían libres sin los mulatos” volvió a decir aún más fuerte, con la inspiración de la indignación y la moral intacta.

 Y, no se crea que esta expresión de odio era solamente de exclusividad del pueblo llano, ¡Para nada! En una ocasión, en uno de los bailes que la aristocracia limeña organizaba, el mismísimo Simón Bolívar se sorprendió cuando observó al José Laurencio Silva en una esquina, marginado y apartado, del resto de los invitados, mientras todos los demás danzaban por un antañón salón.

El Libertador comprendió que las damas racistas del Perú no querían bailar con un general de tez algo más oscura que las demás; frente a ello, el Padre de la Patria, con acción irreverente, se dirigió hasta su compañero de armas y le extendió la mano… Y, ante la mirada atónita de  los invitados, los dos generales bailaron.

Los peruanos, quienes primero fueron auxiliados militarmente por el ejército del sur comandando por el General argentino José de Sanmartín, y posteriormente libertados por la espada y el ingenio de Simón Bolívar, nunca nos perdonaron haber logrado lo que ellos nunca pudieron.

Pareciera que ellos nunca nos perdonaron el hecho que los peruanos que llegaron a Venezuela en la décadas del 60, 70, 80 e incluso en los 90 del siglo pasado, fueron tratados bien, con las puertas abiertas y la sonrisa en los labios. Nunca nos perdonaron las oportunidades que obtuvieron en esta tierra que los recibió como hermanos.

Hoy, frente a la nueva ola de xenofobia y racismo de los peruanos contra los venezolanos, y parafraseando aquel coro colonial, les digo: “trágala perro, trágala gato… peruanos váyanse para el carajo”.

¡Para mí, el guarapo dulce, el café amargo y el chocolate espeso!

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