martes, 27 de marzo de 2018

Batalla por la salud


Cogito ergo sum (Puerto La Cruz)-.  Son las 2pm, en el Seguro Social de Las Garzas un tropel de pacientes, familiares y personal médico pulula por emergencias, cada quien imbuido en sus tragedias y dolores.

En una de las pocas camas que hay disponibles, una señora de unos 70 años limpia afanosamente el cuerpo paralizado de su hijo de 45 años que por una subida de la tensión sufrió daños en su capacidad motriz.

Entre sollozos decía  "que va hacer de mi hijo, él ahora así y yo tan vieja para ayudarlo".

El hombre tenía el lado izquierdo de su humanidad totalmente inerte, y su estado, incluso, le impedía limpiarse así mismo luego de defecar.

¿La razón de su estado? Simple, no consiguió por más de 20 días sus pastillas de la tensión, y el resultado fue un ataque que lo inmovilizó.

Más allá, se observaba un caso de desnutrición de un octogenario enflaquecido por culpa de la escasez y el alto costo de la vida. La falta de una adecuada alimentación lo llevó a la descompensación y al colapso.

En aquella misma sala, otro paciente se encontraba vivo gracias al tratamiento que le enviaban sus familiares desde Colombia, porque en sus actuales condiciones e ingresos ya se hubiera muerto por la ausencia de medicamentos.

Y, aquellos héroes de batas blancas, corren de un lado para otro. Se las ingenian para que los pocos equipos, materiales e insumos puedan alcanzar para atender a la mayoría de aquellos enfermos que luchan por sus vidas.

Las enfermeras van y vienen, tratan de encontrar medicinas y aplicársela a los pacientes que las necesitan con urgencia; allí todos están en un franco combate contra la muerte y la negligencia.

A las 4pm, se escucha una sirena a todo volumen, una enfermera apretándose el pecho dice "ojalá que no sea un malandro, el que traigan allí". Lo cierto es que era un funcionario que venía de un enfrentamiento con grupos delincuenciales.

Médicos, enfermeros y personal en general se movilizaron. El herido destilaba sus fluidos empapando la sábana que lo arropaba, mientras que los gritos de quienes lo auxiliaban se perdían entre miradas de asombro de algunos y la indiferencia de aquellos acostumbrados de ver la escena.

Caía la noche, un cúmulo de familiares de los recluidos en el centro asistencial se amorrona en las aceras y banquitos, o empiezan a deambular por las adyacencias del estacionamiento como especies de almas en pena.

La tragedia se prolonga por días en cada uno de los pasillos en el Seguro Social de las Garzas. La escasez de insumo es el principal obstáculo para reponer la salud de aquellos que tienen el "mal tino" y el "pésimo gusto" de enfermarse en un país caótico y sumido en la ruina.

Venezuela es un país enfermo, es una nación corroída por el cáncer de ineptitud de un Gobierno central que no le interesa lo que está ocurriendo en los centros asistenciales, que no le importa que miles de venezolanos se mueran por falta de medicinas o equipos médicos.

Los médicos venezolanos están muy bien capacitados, no solo para salvar vidas sino para generar soluciones y trabajar bajo la presión constante de no disponer de las herramientas necesarias para hacer el trabajo de atención a los enfermos.

Vivir una jornada en cualquier centro asistencial en Venezuela nos permite sentir en carne propia lo que viven y padecen médicos, enfermeros y pacientes. Lo que tienen que soportar aquellos que tienen que luchar día a día contra la muerte y en un campo de batalla favorable a ésta.


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