lunes, 28 de diciembre de 2015

La Natividad

Cogito ergo sum-.  Permítanme apreciados lectores cambiar un poco la temática acostumbrada en estos ensayos reflexivos que llamamos artículos de opinión. En esta oportunidad quisiera abordar otro de los  temas, que junto a la política, la comunicación, las redes sociales, la poesía, el boxeo y la filosofía, me apasiona, es decir, trataré en las siguientes líneas sobre teología.

Para los cristianos en general, seamos católicos, protestantes, ortodoxos, coptos, del rito oriental u occidental, entendemos la noche entre el 24 y el 25 de diciembre como el momento de la sagrada encarnación de Dios Todopoderoso.

Este 24-25 de diciembre Dios se hizo hombre para a su vez derramar su propia sangre en la expiación de nuestros pecados.

En Navidad recordamos el Divino momento en que Dios en su infinito amor hacia la humanidad se hace hombre de carne y hueso, uniendo para siempre lo Sagrado con lo humano.

La Navidad nos trae muchas enseñanzas teológicas que deben orientar nuestra existencia como hijos de Dios y que deben inspirarnos y motivarnos para ser cada día mejores cristianos.

Con el nacimiento del Niño Dios, nuestro Creador optó por la entrega total hacia sus amados hijos. Él en su poder absoluto tomó el camino del hombre para demostrarnos que el amor máximo, que la caridad, y devoción es el camino hacia la redención del alma.

Dios nos ama tanto que envía a su Único Hijo Jesucristo, que es Él mismo convertido en hombre, para redimir con su sangre, con su pasión y sacrificio todos los pecados pasados, presentes y futuros.

Y nos dan con la Natividad más lecciones. El Rey de Reyes, el Hijo de Dios, nos nace en un humilde pesebre de Belén, el amadísimo Hijo de Dios, llega a la vida en el estado más pobre y es ante Él que llegan los Reyes Magos, representando el poder humano, apostarse ante Él.

Y nace Dios-Hombre en medio de una cruel persecución de Herodes y de sus asesinos, nace siendo hostigado por los temores humanos que se expresan cuando sucumbidos ante el poder terrenal, las mieles del cuerpo y las bajezas del alma: la codicia, la avaricia, la envidia, el odio, y demás expresiones de las flaquezas humanas.

El Niño Jesús emerge a la vida en un establo, en una noche donde una estrella iluminaba el firmamento. Esta misma luz que Dios todas las noches y días de nuestras vidas coloco al frente de nosotros para guiarnos como lo hiciese con los Reyes Magos.

La naturaleza humana no es mala, ni tampoco buena. Al hombre se le otorgó la capacidad de discernimiento, Dios en su amor nos ha permitido vivir en el libre albedrío, son nuestros actos u omisiones, nuestros impulsos y reflexiones los que nos determinan en la vida.

La Navidad, más allá de los detalles de nuestros actos buenos o malos, nos permite reflexionar sobre nuestra vida pasada y futura, nos invita a conversar íntimamente con el Señor y mejorar nuestra relación con Él.

En estas fechas que a veces llenamos de regalos, brindis y comilonas, debe ser una época de encuentro con Dios, de análisis profundo de lo que somos y de lo que deberíamos ser.


¡Feliz Navidad para todos!

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