Por José Dionsio Solórzano
Cogito ergo sum-. Henrique Capriles pasó de ser «el flaco» querido
por todos, al nuevo villano de James Bond. Quien fuera el líder de la oposición
en dos procesos electorales reaparece en el escenario político con el propósito
de retomar un liderazgo nacional ante lo que califica como el «fiasco de Juan
Guaidó».
Como era de esperarse — Y hasta
lógico por las circunstancias — los defensores de Juan Guaidó le salieron al
paso a las declaraciones y acciones de Capriles, ponderándolo como un «nuevo
picado de alacrán».
Mientras Capriles acusa a Guaidó
de fracasado, el equipo del segundo reacciona señalando a Henrique como un
vendido o por lo menos un negociante del futuro del país ante Nicolás Maduro.
Y, sin olvidarnos de María Corina
Machado quien terminó de separarse de la cohesión alrededor de Guaidó y
advirtió sobre la imposibilidad de lograr progresos en la consecución de los
objetivos políticos nacionales si el llamado G4 sigue infiltrado y secundado
las erráticas políticas del reconocido por ellos como presidente interino de
Venezuela.
Ahora bien, en medio de este
demencial panorama político es menester centrarnos en el caso de Henrique
Capriles — después evaluaríamos el caso de María Corina — y determinar la razón
del linchamiento comunicacional y político al cual está sometido el dirigente
opositor.
Primero rememoremos el momento
preciso del ocaso de quien fuese gobernador de Miranda; luego de la campaña
presidencial Capriles-Maduro y de un resultado sumamente estrecho, muchos
opinadores de redes sociales y eruditos de Tv, panadería y café con agua
mineral, empezaron a exigirle a Capriles acciones «más decididas» para reclamar
su triunfo electoral.
Sin embargo, Henrique Capriles
tal vez para proteger la vida de miles de venezolanos, tal vez para
salvaguardar la libertad de su equipo político o debido a la carencia de un
apoyo real dentro de las Fuerzas Armadas, se limitó a aquello de «denle a las
cacerolas con arrechera». Toda esta situación derrumbó el liderazgo, que por
dos elecciones, había construido «el flaco Capriles».
Después de 7 años de aquellos
sucesos, el hombre de «hay un camino» regresa a la primera línea de combate, y
entiende que para ser opción nacional nuevamente debe desplazar de la dirección
política a aquellos que lo desplazaron, en otros tiempos, a él mismo. Es por
ello que se abre paso, crea una política distinta a la de Guaidó y busca
salidas para su proyección política.
Tal vez lo que no sopesó Henrique
Capriles es la fuerza de la jauría tuitera, de la instauración de hecho de una
inquisición que ronda en la web, en los salones de los partidos políticos,
delante de las cámaras de televisión — Y de los celulares — y detrás de los
micrófonos de la radio.
¿Si fue un mal o buen cálculo de
Capriles? Esto solo lo podrá responder el tiempo, lo que pudiera comentar es
que la jugada «caprilera» le dio picante a puja política y encendió las llamas
internas de la oposición.
¡Para mí el guarapo dulce, el
café amargo y el chocolate espeso!
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