Por: José Dionisio Solórzano
Cogito ergo sum-. Las estaciones de servicio en Anzoátegui están
sin una gota de gasolina. A pesar que nuestro estado suma el 80% de la
extensión de la Faja Petrolífera del Orinoco, y que poseemos la Refinería de
Puerto La Cruz y el Criogénico de Jose, aquí no hay combustible para surtir el
consumo interno.
Es increíble que con los millones
de barriles de petróleo que aún tenemos bajo el suelo, nuestro pueblo tenga que
hacer colas terribles y amanecer en las gasolineras para poder recargar los
tanques de sus vehículos con un poco de carburante.
Parece que aquel viejo slogan que
decía: 《Ahora Pdvsa es de todos》
en verdad se convirtió en una realidad muy distinta, ya que en este momento
Pdvsa "es de todos", pero no hay gasolina para nadie.
La crisis del combustible no es
nueva, venimos con la intermitencia en el suministro desde el año pasado. Sin
embargo, durante este 2020 hemos llegado al punto de una gravedad atroz; ya no
existe capacidad de producción interna y el margen de maniobra del gobierno de
Maduro, en el mercado internacional, es cada vez más reducido.
En Miraflores obvian el tema de
la escasez de la gasolina con la tenue esperanza de lograr un milagro y que las
medidas de bloqueo de los Estados Unidos se flexibilicen y que los barcos
iraníes puedan entrar a Venezuela sin la presencia de la amenaza de los buques
de guerra de la armada norteamericana.
Nicolás Maduro sabe que la
ausencia de combustible, más la cuarentena y el alto costo de la vida, son tres
indicadores peligrosos y más cuando la sociedad está sumergida en unos
inauditos niveles de presión económica.
Para quienes ostentan el poder,
una explosión social tendría una gran repercusión política que harían temblar
su estabilidad y ser el detonante de una escalada de acciones que pudieran
desembocar en la caída del sistema actual de gobierno y de sus ejecutantes.
En la sede del Gobierno saben muy
bien que no les conviene tensar aún más la cuerda del aspecto social, y están
buscando la forma de suavizar el impacto de la molestia en los cerros y barrios
de toda Venezuela, puntualmente los de Caracas.
He palpado como tratan de mejorar
el suministro y distribución de las llamadas Cajas Clap, con el propósito de
que sirvan de una válvula de escape en los sectores más desposeídos y que
ayuden a bajar la calentura en comunidades que en este momento se sienten
solas, asfixiadas y con el estómago gruñéndoles.
No obstante, la carencia de
gasolina está ocasionando un aumento de la temperatura colectiva, ya hemos
visto reiterados altercados en las estaciones de servicios donde una población
airada se alza y enfrenta incluso a los efectivos militares apostados en las
gasolineras.
Ya en Aragua de Barcelona
observamos un ejemplo de lo que hierve en la sociedad, y también vimos como un
funcionario, actuando cual esbirro, disparó contra dos ciudadanos que solo
querían echar gasolina luego de días de cola.
¿Por qué
sucede esto? La escasez propiamente dicha ya sería, en cualquier parte del
mundo, razón suficiente para un reclamo colectivo, sin embargo en Venezuela hay
un agregado cultural, que no podemos obviar, como es la certeza popular que 《el petróleo es de los venezolanos》,
esta premisa ha calado profundamente en el ánimo nacional, es por ello que la
ciudadanía no acepta que le racionen un servicio y/o recursos que por tradición
"es de todos".
Es por ello que mientras persista
la escasez de gasolina, el Gobierno tendrá sobre sí la espada de Damocles
pendiendo y con un filo demasiado afilado.
¡Para mí
el guarapo dulce, el café amargo y el chocolate espeso!
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