Por José Dionisio Solórzano
Cogito ergo sum-. Estuve leyendo que el Hospital Universitario de
Caracas tiene una ocupación del 75% en el área destinada para el Covid-19, el
Hospital Miguel Pérez Carreño tiene un 100% de ocupación en el espacio para
atender a contagiados por Coronavirus; el Hospital de Magallanes de Catia está
en 85%, el Hospital Victorino Santaella, en los Teques estado Miranda, está
copado al 100% y el Domingo Luciani ya
está colapsado, si esto sucede entre Caracas y Miranda, no quiero saber ni
imaginarme el estado de los centros de salud del resto del país.
Es importante, al ver lo que
ocurre en el resto de la nación, resaltar la loable labor de rehabilitación,
mejoras y optimización de espacios que se han realizado en los hospitales y
ambulatorios de Anzoátegui.
A pesar que el gobierno de la
entidad está ahorcado presupuestariamente y asfixiado financieramente, el
gobernador Antonio Barreto Sira ha sabido canalizar los esfuerzos para mantener
en pie una red de centros asistenciales que estaban en la ruina a su llegada a la
Gobernación.
Por encima de las limitaciones y
el cerco impuestos por Caracas, en Anzoátegui se han invertido recursos y
esfuerzos en atender las necesidades de salud en la región; el Hospital Luis
Razetti ha sido el principal punto de inversión, debido a que este nosocomio no
solo atiende las necesidades de los anzoatiguenses sino que además
permanentemente recibe pacientes de los estados vecinos como Bolívar, Sucre y
Monagas.
Bajo el plan Obras para la Vida,
el gobierno anzoatiguense está logrando, con las uñas, lo que gobiernos
anteriores, con mucho más apoyo y recursos, no pudieron o no quisieron hacer;
esta labor debe ser reconocida y aplaudida por todos, debido a que el país
necesita que sus gobernantes se ocupen más del tema de salud.
La acción de gobierno en
Anzoátegui en materia asistencial no es el resultado de la Pandemia, sino que
es una práctica que data desde el inicio del actual período y se ha extendido,
y tomado aún mayor importancia, debido a las actuales circunstancias que
afrontamos gracias al virus chino.
Sin embargo, más allá de los
esfuerzos realizados por la Gobernación de Anzoátegui en hospitales como el
Razetti, el Felipe Guevara Rojas de El Tigre, el Angulo Rivas de Anaco, y
ambulatorios en la zona norte, centro y sur, se necesita mayor accionar por
parte de los entes nacionales, quienes por años, o mejor dicho décadas, han
permitido que las infraestructuras de salud se caigan a pedazos a lo largo y
ancho de la República.
Ahora bien, más allá de la
diatriba del poder, de quién manda y quién es legítimo y quién no, hay una
situación grave en el país que demanda nuestra cohesión y trabajo en equipo;
aunque muchos no lo quieran admitir, Venezuela está al borde de vivir lo que se
vivió en Ecuador, donde las personas caían desfallecidas víctimas del Covid-19.
No podemos esperar que esto ocurra, no podemos aguardar que el sistema médico y
de salud de la nación termine de colapsar por completo para reaccionar.
La reunión que sostuvieron el
gobernador de Anzoátegui, Barreto Sira, y el llamado "protector" del
estado, Aristóbulo Istúriz, fue una clara demostración de gallardía y de visión
compleja del mandatario anzoatiguense, quien olvidándose momentáneamente de los
agravios políticos sufridos, y del acoso al cual ha sido víctima, se presentó a
un encuentro de cooperación en aras de salvar vidas de anzoatiguenses.
Lo que tenemos al frente no es un
juego, es una terrible realidad que nos coloca en riesgo a todos, por eso entre
todos tenemos que superarla.
¡Para mí, el guarapo dulce, el
café amargo y el chocolate espeso!
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