Por José Dionisio Solórzano
Cogito ergo sum-. En las siguientes líneas hablaré del caso del
diputado a la Asamblea Nacional, José Brito, más allá del escándalo dentro de
la Comisión Permanente de Contraloría y enfocado a la toma de sus decisiones.
Para nadie es un secreto que la
carrera política y pública de Brito inició a través de las ondas hercianas de Órbita, e incluso para algunos entendidos
él y su colega locutor Marcos Figueroa en Puerto La Cruz, fueron dos proyectos
políticos del recordado Fernando Zaurín.
José Brito, se sirvió del alcance
de la estación de radio para hacerse un nombre en el Municipio Simón Rodríguez,
el tercero en importancia en el estado. Su presencia mediática le facilitó un
impacto político y su carrera pública se disparó más allá de la concejalía que
una vez ocupó.
Aunque es diputado nacional su
gran sueño fue ocupar la silla de alcalde de la ciudad de El Tigre, y cuando le
llegó la ocasión idónea, tomó una de sus peores decisiones.
Todas las encuestas daban como
ganador a Brito, ni una sola se atrevía a colocar a Ernesto Raydan por encima
del diputado. Sin embargo, Raydan jugó sus cartas de manera espectacular, apoyándose
en el carácter iracundo de Brito lo llevó a que aceptara medirse en unas
primarias. ¡Error fatal!
A pesar que Brito poseía mayor
intención de votos, certificado por todos los estudios de opinión, carecía de
la organización y del pulmón partidista para afrontar un reto de esta magnitud.
Según los protagonistas desoyó a sus asesores y colaboradores, tomando el
camino de su derrota.
Como era de esperarse la
maquinaria de Acción Democrática (AD), al servicio de Raydan, derrotó
fácilmente a José Brito, quien antes de este episodio era un “alcalde esperando
la elección”.
Su estilo agresivo, el cual no
puedo criticar porque todos los estilos son válidos y respetables aunque no los
compartamos, lo empujó a aceptar una medición que para él era innecesaria y
altamente riesgosa, como al final lo pudo constatar en carne propia.
Brito, tal vez influenciado por
el exalcalde Ernesto Paraqueima, de quien alguna vez fue aliado y
posteriormente rival, se acostumbró a actuar políticamente a través del verbo
encendido, la actitud fuerte y la frontalidad desmedida, lo cual en algunos
casos puede ser plausible y en otros reprochable.
Ahora, José Brito se ve envuelto
en el escándalo de los diputados integrantes de la Comisión Permanente de
Contraloría, y a una supuesta relación y tráfico de influencias con uno de los
zares de los CLAP en el país. Y cuál fue la reacción de Brito, la de siempre.
El diputado, lógicamente atado a
sus pasiones, decidió huir hacia adelante, decidió responder a la candela con
más candela y de tratar de medirse en un careo mediático contra Juan Guaidó,
presidente de la Asamblea Nacional, y encargado por ésta a guiar la transición
en la nación.
Para mi juicio este fue otro gran
error de Brito, no debió enfrascarse en una pelea tan directa. En este momento
la opinión pública está contra él, su imagen en la población de El Tigre, como
en el resto de Anzoátegui, está en el subsuelo y le costará un mundo
levantarse.
Y frente a la actitud combativa
de Brito, hacemos contraste con la pasibilidad, prudencia y sigilo que
observamos de otro diputado anzoatiguense también afectado por el escándalo, el
señor Richard Arteaga, quien ha reducido al mínimo sus declaraciones con el
firme propósito de salvarse al mover los hilos internos de su partido.
¿Será que tendremos que hacer la
esquela política de Brito? Creo que no, porque en política no hay muertos.
¡Para mí, el guarapo dulce, el
café amargo y el chocolate espeso!
No hay comentarios:
Publicar un comentario