Por José Dionisio Solórzano
Cogito ergo sum-. Estos días de Diciembre han sido y siguen siendo
de mucho movimiento en el comercio, y sin caer en datos específicos que son
manejos por quienes hacen vida activa en este sector, les hablaré lo que he
podido observar en estos días de compras.
A pesar de la difícil situación
que padecen los venezolanos me quedé sorprendido como propios y extraños, como
integrantes de los sectores populares, como de la menguada clase media, tomaron
por asalto las ventas de víveres buscando los insumos para la elaboración de
las hallacas tradicionales.
Decenas de personas compraban
harina, carne de res y de puerco, gastaban en los ingredientes para la preparación
del plato navideño. El Mercado Municipal de Puerto La Cruz era un pandemónium acrecentado
por la mala señal de los puntos de ventas y por la carencia total de calidad de
servicio de prácticamente todos los vendedores, salvo contadas y honrosas
excepciones.
Y lo más sorprendente de todo era
el circulante de efectivo. Y no precisamente en bolívares, era increíble
observar como el menos inesperado tenía en su poder unos cuentos billetes
verdes y adquiría productos pagando con papeles con la faz pintada de héroes de la historia de los
Estados Unidos de Norteamérica.
Billetes de baja o alta denominación
capeaban por doquier; pago en dólares y vuelto en dólares. Aunque ya era sabido
por mí el proceso de dolarización de hecho de nuestra economía, no dejó de
sorprenderme estar ante semejante evolución de nuestra realidad nacional.
El circulante que se ve en la
calles es en dólares, ya que los pocos bolívares en efectivo se guardan por si
acaso se necesita pagar alguna tontería en la moneda nacional.
Los consumidores cuando pagan en
el signo monetario criollo lo hacen a través de transferencias, tarjetas de
débito o mediante pago móvil, porque bolívares en efectivo no hay.
Los productos y servicios están
por las nubes, la inflación es un monstruo tan habitual en la vida de los
venezolanos, que los elevados precios ya no sorprenden a nadie y ocupan poco
tiempo en las conversaciones espontaneas entre los consumidores.
En cambio, la inflación forzosa e
inédita que algunos comerciantes están haciendo del dólar, sí está
encolerizando a más de un venezolano.
Por ejemplo: el sábado pasado una
señora, de unos 50 años de edad, narraba como un vendedor de origen asiático le
estaba vendiendo un producto en unos 25$ y al cabo de unos días, cuando ya tenía
el monto, el expendedor subió el precio a 27$.
Llegamos a un punto tan severo de
nuestra situación económica, que logramos lo que los gringos nunca pudieron. Le
creamos inflación a la moneda más poderosa y comercial del mundo.
¿Cuál es la salvación para
Venezuela? Primero tenemos que formalizar la dolarización de la economía, que
los precios y los salarios estén plenamente expresados en divisas, segundo
ponerle un coto definitivo a la especulación de los comerciantes que juegan con
la necesidad de los venezolanos.
No se puede permitir que los
comerciantes cambien de precios en divisas cómo les venga en gana y cuando les
venga en gana. Se le debe dar un parao a los comerciantes que se burlan de los
ciudadanos al robarles, descaradamente y sin pistola, el dinero que tanto le
cuesta ganarse.
Esta debería ser tarea del
gobierno de transición si se logra concretar en el 2020.
¡Para mí, el guarapo dulce, el
café amargo y el chocolate espeso!
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