Por José Dionisio Solórzano
Cogito ergo sum-. La “amenaza” de un adelanto de elecciones
parlamentarias para finales de año o principios del 2020, ha sido, junto con el
retiro de inmunidades parlamentarias, la estrategia asumida por Miraflores para
darle respuesta a las sanciones internacionales esgrimida en contra de
personeros de la llamada revolución.
Desde la Asamblea Nacional
Constituyente plantean la necesidad de renovar el Poder Legislativo con el
propósito de desequilibrar la estrategia opositora basada en la legitimidad de
Juan Guaidó como presidente de la Asamblea Nacional, y como único órgano
estatal venezolano reconocido por la mayoría de la comunidad internacional.
El adelanto de elecciones
parlamentarias se convierte en sí mismo en un dilema al estilo de Williams Shakespeare para la dirigencia
democrática venezolana, es decir, ir o no ir a elecciones.
Acatar el llamado de elecciones
significaría el reconocimiento del Consejo Nacional Electoral, de la Asamblea
Nacional Constituyente, del Tribunal Supremo de Justicia y por consiguiente del
mismísimo Maduro como presidente de Venezuela, además de echar por tierra todo
el camino andando en el 2019 y el propio apoyo internacional, sobre todo el de
los Estados Unidos de Norteamérica.
Por el otro lado, el no ir a las
elecciones le entregaría a Nicolás Maduro y todas las facciones internas del
Partido Socialista Unido de Venezuela el último poder constituido nacional que
no está en manos de los revolucionarios.
Sin duda, es una difícil decisión
para aquellos que conducen los partidos políticos de la democracia, y aún más
escabrosa para el mismísimo Juan Guaidó, sobre quien pesa el rol de la
conducción de la transición nacional.
Los próximos movimientos de los
demócratas deben estar bien pensados y responder a una intencionalidad
estratégica, no se puede dar puntadas sin dedal en la actual coyuntura que vive
la sociedad venezolana.
A parte de todo lo mencionado
está la opinión de millones de venezolanos. De acuerdo con varios estudios de
opinión, el rechazo a Nicolás Maduro gira entre el 77% al 82%, es decir un
repudio aplastante, y la inmensa mayoría de este gigantesco universo lo que
desean es la salida del ocupante de la silla de Miraflores.
Los venezolanos mirarían con
buenos ojos una elección presidencial con condiciones, lo que significa la
ejecución de un evento comicial con un Consejo Nacional Electoral nuevo, un
Registro Electoral depurado y la ausencia de las Fuerzas Armadas Nacionales de
los centros de votación, lo que no parece gustarle es una elección parlamentaria
adelantada que solo beneficiaría a los ocupante del poder en el país.
La posibilidad del adelanto de
las elecciones parlamentarias fue el mejor movimiento que pudieron hacer desde
Miraflores, porque con esta acción trastocaron el tablero del juego político;
no obstante, veremos en los próximos días como desde la Casa Blanca responderán
a esta acción de Nicolás Maduro que se puede resumir como una huida hacia
adelante.
¡Para mí, el guarapo dulce, el
café amargo y el chocolate espeso!
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