martes, 27 de agosto de 2019

Caso: PanAm Post


Cogito ergo sum-. El medio de comunicación PanAm Post publicó un reportaje donde intentaba unir supuestos cabos sueltos sobre presuntos nexos económicos entre la familia de Henry Ramos Allup y el régimen de Nicolás Maduro, aunque como comunicador social creo en el periodismo de investigación, como profesor de Edición y Estilo como de Teoría de la Comunicación que fui, y en el fondo sigo siendo, tengo que expresar mi rechazo a este trabajo hecho público en los últimos días. 

Aunque es cierto que los tiempos periodísticos no tienen nada que ver con los tiempos políticos, es curioso repasar los trabajos de investigación de este medio de comunicación, que por lo general buscan lacerar la imagen de los diferentes dirigentes democráticos del país.

No es la primera vez que PanAm Post lanza sus dardos contra Acción Democrática, ni es la primera vez que este medio se enfoca en supuestas debilidades de los máximos representantes de los partidos políticos de la oposición.

Si analizamos los mensajes ocultos, en la mayoría de sus reportajes, nos encontramos con una descarada intencionalidad de crear zozobra, división, y enemistad entre los dirigentes de la oposición democrática. Y, ¿por qué lo hacen? Esta pregunta la deberían responder ellos, aunque me atreveré a dar mis observaciones y opiniones al respecto.

La comunicación posee diferentes etapas de impacto psicológico, por ende, cuando estructuramos mensajes estos poseen básicamente tres niveles de significado: Directo, entorno y profundo.

Cuando entendemos esto, podemos definir la intencionalidad del mensaje y las dimensiones de éste. PanAm Post de forma abierta busca insistentemente promover una fractura política entre los demócratas y, sobre todo, pretende crear miedos e incertidumbre en la opinión pública.

¿Cuál es el estímulo que aparentemente buscan? Bueno, la respuesta deseada en función al estímulo aplicado es que sus lectores de inclinación opositora digan: “Estamos perdidos, no podemos confiar en nadie”, produciendo apatía en el seno de aquellos que rivalizan y/o se oponen a lo que representa el actual régimen venezolano.

La desmovilización y la desesperanza son los sentimientos que procuran obtener como feedback en este proceso de comunicación, que está bien pensado, articulado, aunque con un ligero error de cálculo en la ejecución.

¿Cuál ha sido ese error? La repetición de la estrategia, la insistencia en que PanAm Post genera reportajes, crónica y demás, sobre la dirigencia política presentándola bajo un cristal permanentemente negativo, nos hace llegar a la conclusión que su línea editorial está claramente enfocada en atacar a los demócratas de Venezuela, a pesar que se presenta con un barniz de independencia e idílica objetividad.

PanAm Post me hace recordar al programa “Agárrate” que trasmite por su canal de Youtube la avezada periodista Patricia Poleo, quien a pesar de su verborrea antimadurista, constantemente lanza sus dardos contra partidos y dirigentes democráticos dentro de la nación.

Si estuviera en clase de Teoría de Comunicación les enviaría a mis alumnos a analizar en profundidad las ideas, conceptos y premisas esbozadas en los trabajos de investigación de PanAm Post; mientras que al resto de la humanidad les recomendaría no volver a leer ese medio de comunicación.

¡Para mí, el guarapo dulce, el café amargo y el chocolate espeso!


martes, 20 de agosto de 2019

¿Bloqueo Naval?

Por José Dionisio Solórzano

Cogito ergo sum-. Hace unos días en uno de esos grupos de Whatsaap donde uno convive, lee y comparte información, criterios, discute y expone sus creencias, recibí un enlace sobre una noticia interesante: Pentágono: La opción del bloqueo naval está sobre la mesa… ¿Qué significa esto?

Los estadounidenses, en la actual administración de Donald Trump, parecen que están decididos a verle el hueso a los regímenes de izquierda en el continente. Por tal motivo están aferrados a la lucha para terminar con la usurpación en Venezuela.

Ya desde la Casa Blanca han emanado más de una sanción que pone en la picota a dirigentes políticos del régimen, empresarios involucrados con éstos y hasta familiares de Nicolás Maduro y Cilia Flores, todo esto sin olvidarnos del caso de los narco-sobrino, como se ha llamado en muchas partes del mundo.

Lo cierto es que para los EEUU no es descartable un bloqueo naval como ya lo se hicieron a los cubanos en la década del 60; con la diferencia que la Rusia de hoy en día no posee la capacidad política, militar y económica para desafiar a los EEUU como los hicieran en los tiempos de la extinta Unión Soviética.

Y es más, gracias a las  medidas de la gestión de Trump, aliados del régimen como el caso de Turquía y China ya no están tan interesados en seguir las relaciones comerciales con la usurpación venezolana, esto tras las amenazas de posibles sanciones económicas y comerciales dictadas por Washington contra todas aquellas naciones o consorcios que oxigenen a Nicolás Maduro en el poder.

Y, ¿qué significaría un bloque naval? Qué los usurpadores no podrá traer al país nada de nada. Los barcos venezolanos no podrán zarpar y de las otras naciones no podrán atracar en los muelles venezolanos; los estadounidenses colocarían en aguas internacionales, y en los límites de las aguas territoriales de Venezuela, sus acorazados y grandes  embarcaciones de guerra.

La sola imagen es aterradora para cualquiera. No obstante, se debe aclarar en este punto que si tomamos como ciertas las afirmaciones de los voceros de EEUU, la medida afectaría a los barcos del Estado o de privados relacionados con el Gobierno, lo que indica que los privados podrán seguir llevando medicinas, alimentos y más insumos humanitarios para el país.

Empero, la usurpación estaría bloqueada, la sociedad no. Como está sucediendo con las actuales sanciones emitidas por la administración  de Donald Trump, la cual busca asfixiar a la usurpación, causando el menor daño posible a los millones de venezolanos que somos víctimas del régimen de Nicolás Maduro y compañía.

Dios quiera que no lleguemos a este punto, y que la salida a la crisis venezolana se logré de forma rápida, pacífica y con acciones democráticas; Dios quiera que el presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó, no desmaye en la titánica lucha que ha llevado adelante en los últimos meses en el país y que Venezuela sea liberada de una vez por todas.

¡Para mí, el guarapo dulce, el café amargo y el chocolate espeso!


martes, 13 de agosto de 2019

¿Elecciones parlamentarias?


Por José Dionisio Solórzano

Cogito ergo sum-. La “amenaza” de un adelanto de elecciones parlamentarias para finales de año o principios del 2020, ha sido, junto con el retiro de inmunidades parlamentarias, la estrategia asumida por Miraflores para darle respuesta a las sanciones internacionales esgrimida en contra de personeros de la llamada revolución.

Desde la Asamblea Nacional Constituyente plantean la necesidad de renovar el Poder Legislativo con el propósito de desequilibrar la estrategia opositora basada en la legitimidad de Juan Guaidó como presidente de la Asamblea Nacional, y como único órgano estatal venezolano reconocido por la mayoría de la comunidad internacional.

El adelanto de elecciones parlamentarias se convierte en sí mismo en un dilema al estilo de  Williams Shakespeare para la dirigencia democrática venezolana, es decir, ir o no ir a elecciones.

Acatar el llamado de elecciones significaría el reconocimiento del Consejo Nacional Electoral, de la Asamblea Nacional Constituyente, del Tribunal Supremo de Justicia y por consiguiente del mismísimo Maduro como presidente de Venezuela, además de echar por tierra todo el camino andando en el 2019 y el propio apoyo internacional, sobre todo el de los Estados Unidos de Norteamérica.

Por el otro lado, el no ir a las elecciones le entregaría a Nicolás Maduro y todas las facciones internas del Partido Socialista Unido de Venezuela el último poder constituido nacional que no está en manos de los revolucionarios.

Sin duda, es una difícil decisión para aquellos que conducen los partidos políticos de la democracia, y aún más escabrosa para el mismísimo Juan Guaidó, sobre quien pesa el rol de la conducción de la transición nacional.

Los próximos movimientos de los demócratas deben estar bien pensados y responder a una intencionalidad estratégica, no se puede dar puntadas sin dedal en la actual coyuntura que vive la sociedad venezolana.

A parte de todo lo mencionado está la opinión de millones de venezolanos. De acuerdo con varios estudios de opinión, el rechazo a Nicolás Maduro gira entre el 77% al 82%, es decir un repudio aplastante, y la inmensa mayoría de este gigantesco universo lo que desean es la salida del ocupante de la silla de Miraflores.

Los venezolanos mirarían con buenos ojos una elección presidencial con condiciones, lo que significa la ejecución de un evento comicial con un Consejo Nacional Electoral nuevo, un Registro Electoral depurado y la ausencia de las Fuerzas Armadas Nacionales de los centros de votación, lo que no parece gustarle es una elección parlamentaria adelantada que solo beneficiaría a los ocupante del poder en el país.

La posibilidad del adelanto de las elecciones parlamentarias fue el mejor movimiento que pudieron hacer desde Miraflores, porque con esta acción trastocaron el tablero del juego político; no obstante, veremos en los próximos días como desde la Casa Blanca responderán a esta acción de Nicolás Maduro que se puede resumir como una huida hacia adelante.

¡Para mí, el guarapo dulce, el café amargo y el chocolate espeso!


martes, 6 de agosto de 2019

El valor del dinero

Por José Dionisio Solórzano


Cogito ergo sum-. ¡Ring! ¡Ring! ¡Ring! Sonaba estrepitosamente la campana del recreo; como enjambres, salían desesperados aquel tropel de muchachitos con camisas blancas y zapatos negros, los niños llevaban empuñados sus loncheras de las Tortugas Ninjas o el Rey León y las niñas de Barbie o de cualquiera de las figuras femeninas de aquella época.

Otros, como era mi casa, corríamos lo más rápido que podíamos para llegar de primeros a la cola de la cantina del colegio. En mi bolsillo llevaba tres billetes, que mi padre me había entregado para el desayuno a media mañana.

Recuerdo como si fuera ayer, uno de los billetes era verde con el retrato del General José Antonio Páez pintado y el número 20 en sus esquinas, el otro era entre azul y morado, llevaba en los dos extremos de la primera cara las figura de Simón Bolívar y de Antonio José de Sucre, en el centro y en grande el número 10.

Con 30 bolívares, de aquellos que no necesitaban apellidos, que no tenían que estar acompañados por las palabras “Fuertes” o “Soberanos”, podía comprar un desayuno bastante razonable, para un gordito de 9 años y de apetito voraz.

“Señor, señor… dos empanadas y un jugo”, este era el pedido de rutina, al llegar a la ventana de la cantina del colegio. Acto seguido recibía aquellas piezas de arte culinario nacional, forradas con una servilleta que en cuestión de segundos se transparentaba, debido a la gran cantidad de aceite que se desprendía de aquel suculento manjar de harina y queso.

Pagaba con el billete de Bs. 20, y me daban mi correspondiente vuelto. Eran un billete rojizo de Bs. 5 y unas cuantas monedas que me guardaba con celo en el bolsillo.

Luego me sentaba en los bancos dispuestos en todo el patio del colegio, engullía con fervor las empanadas y las pasaba con el jugo que chorreaba por la esquina de mis labios ensuciando, para malestar de mi madre, la camisa blanca. Todo con rapidez para que me diera tiempo de jugar metras, tocadito o cualquier otra actividad infantil de nuestra época.

Otra vez la campana y de nuevo al claustro, donde una maestra empezaba la lección de matemáticas de la jornada. Pasó un par de horas, y de nuevo el ¡ring, ring! , para un receso más corto que el primero.

Nuevamente corría para la cantina, esta vez para comprar una bolsita de “Tostitos”, de aquellas que tenían en su interior los famosos “tazos”, junto con una malta de lata marrón. Allí se terminan de ir los Bs. 5 bolívares. A este punto sólo me quedaban las tres moneditas de Bs. 1 y una de Bs. 5, esta que ya llaman “El Fuerte”, y el billete de Bs. 10.

A la hora de salida, antes que alguno de los padres pasara por mí, ya que vivía muy lejos de la Unidad Educativa donde estudiaba, desde las rejas que separaban el colegio de la acera, cual preso, pegaba mi rostro del acero tibio y extendía mi brazo para pedirle: “Señor heladero, que tiene allí”.

El repicar de las campanas del carrito de helado, de varios tonos más abajo que la del recreo, también era sinónimo de alegría y más para mí. Así gastaba las moneditas que me quedaban en el bolsillo y parte del billete de 10.

¿Y qué hacía con el restante de los Bs. 30? Día con día, iba guardando las monedas que sobraban para comprar chucherías los fines de semana o para adquirir barajitas para los álbumes.

Eran otros tiempos, más sencillos, donde el dinero, cómo pudieron leer y recordar, valía infinitamente más que ahora.

¡Para mí, el guarapo dulce, el café amargo y el chocolate espeso!