Cogito ergo sum (Puerto
La Cruz)-. Por lo
general la sala de un hospital es un sitio poco satisfactorio, en él observamos
a familiares desesperados, nerviosos, a personas llorando y pacientes que se
debaten entre la vida y la muerte, no obstante la situación empeora si hablamos
de los hospitales venezolanos.
En los centros
asistenciales del país tenemos una grave situación. Y con esto no quiero
venderme como el descubridor del agua tibia, sino por el contrario unirme al
clamor de miles de usuarios que no encuentran soluciones a sus males en los
centros de salud de la nación.
Hospitales sin insumos
médicos, centros donde un trozo de algodón vale oro. Esto es la herencia de dos
décadas de un modelo socio-económico que manejó el mayor número de recursos de
la historia nacional, pero que en la práctica despilfarró todo entre las fauces
enormes de un sistema corrupto.
En las salas de los
hospitales venezolanos vemos negligencia, dolor, desdén, impotencia y el
esfuerzo de más de un médico y enfermeras que, a pesar de sus bajísimos
ingresos económicos, se debaten día a día contra la muerte.
Enfermarse en este país
es un lujo. Hace unos días en la sala de hospitalización común del Instituto
Venezolano del Seguro Social ubicado en el sector barcelonés de Las Garzas,
pude constatar el estado paupérrimo de la salud venezolana.
Allí las condiciones de
trabajo del personal de salud son degradante. No hay agua en los baños, no hay
comida para suministrarles a los pacientes, y aquellos que tienen la
responsabilidad de cuidar de los enfermeros deben pedir hasta el más
insignificante de los insumos a los familiares de los hospitalizados, porque
allí no tiene absolutamente nada.
En tres días pude constatar la muerte de no
menos de 7 pacientes. ¿La razón de los decesos? Fácil, falta de medicamentos.
Más de un paciente se muere porque sus dolientes no consiguen o no pueden
adquirir tan o cual medicina para aliviar los males de sus seres queridos.
El llanto que se escucha
en esas salas es una mezcla de tristeza y frustración. En los nosocomios
venezolanos pudimos percibir como la indolencia del Gobierno nacional llega a
unos niveles enfermizos, grotescos y sencillamente inhumanos.
Es en la sala de los
hospitales donde podemos observar el real dolor de una población que está
totalmente golpeada. Un pueblo que está sumergido en medio de un lodazal de problemas que cada día
se acumulan más por la terquedad de un modelo económico que no quiere admitir
lo que todo el pueblo sabe, lo que el mundo reconoce, es decir, su absoluto y
deprimente fracaso.
Desde estas líneas solo
me resta rezar por aquellos venezolanos que están enfermos, y hacer lo que
pueda hacer para ayudar a aquellos que lo necesiten. Los venezolanos debemos
ser hoy, más que nunca, solidarios con nuestros hermanos que padecen por un
modelo inhumano.
Espero que nadie tenga
el sinsabor de acudir a un hospital, porque la respuesta será desalentadora. Y,
tampoco, en los centros de salud privados, porque además de ser extremadamente
costosos no tienen insumos suficientes y sus servicios son totalmente deficientes.
Solo nos queda cuidarnos.
Enfermarse es un pecado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario