martes, 1 de mayo de 2018

Tomás Moro: Santo y Político

Cogito ergo sum (Puerto La Cruz)-.  Tomás Moro apenas llevaba dos años como canciller de Inglaterra, cuando en esta isla sucedió un sisma que llevó a las autoridades civiles a arremeter contra la religión católica y lo que ésta significaba para aquella nación. 

El rey Enrique VIII procedió a divorciarse de su legítima esposa, para convivir con su concubina Ana Bolena; pero no solo fue esto, sino que el Rey quería contraer nuevamente nupcias y que la Iglesia Católica lo volviera a casar, contraviniendo todos los principios de la fe. 

Como era de esperarse, el Sumo Sacerdote no aceptó aquella atrocidad, y como represalia en contra de Roma, Enrique VIII se autoproclamó jefe supremo de la iglesia inglesa.

El Monarca procedió de forma inmediata a perseguir a todo aquel que no aceptara su divorcio y no lo aceptará a él como el nuevo reemplazo del Papa en Inglaterra. Toda la barbaridad desmedida. 
Muchos católicos fueron a parar al cadalso. Tomás Moro, fue uno de aquellos fieles que no doblaron sus rodillas ante los deseos del Rey. 

El avezado escritor, pensador y filósofo, no cedió ante los deseos de Enrique VIII. Y por este motivo fue destituido de su alto puesto, le confiscaron sus bienes y el Rey lo mandó encerrar como prisionero en la espantosa Torre de Londres. 

Santo Tomás y San Juan Fisher, fueron los dos principales de todos los altos funcionarios de la capital que se negaron a aceptar tan grandes infamias contra la moral y la fe; y  ambos fueron llevados al encierro fatídico. 

Durante 15 meses Santo Tomás escribió innumerables cartas a su hija Margarita, en muchas de ellas dejó como legado aseveraciones como: "con esta cárcel estoy pagando a Dios por los pecados que he cometido en mi vida. Los sufrimientos de esta prisión seguramente me van a disminuir las penas que me esperan en el purgatorio. Recuerda hija mía, que nada podrá pasar si Dios no permite que me suceda. Y todo lo permite Dios para bien de los que lo aman".

La última vez que Margarita vio a su padre, los dos observaron salir hacia el sitio del martirio a cuatro monjas cartujas que no habían querido aceptar los errores impíos de Enrique VIII, y ante aquella escena Tomás Moro le dijo a su hija: "mire cómo van de contentas a ofrecer su vida por Jesucristo. Ojalá también a mí me conceda Dios el valor suficiente para ofrecer mi vida por su santa religión".

El Santo fue llamado a un último consejo de guerra, allí le pidieron que aceptara lo que el rey le mandaba y  frente a esta petición respondió: "Tengo que obedecer a lo que mi conciencia me manda, y pensar en la salvación de mi alma. Eso es mucho más importante que todo lo que el mundo pueda ofrecer. No acepto esos errores del rey". 

Luego de su valiente posición se le  dictó sentencia de muerte. Se despidió de su hijo y de su hija y volvió a ser recluido en la Torre de Londres.

Y estuvo allí hasta que en la madrugada del 6 de julio de 1535 le comunicaron que lo llevarían al sitio del martirio. El Santo y político inglés se colocó su mejor vestido y de buen humor, como era su costumbre, dijo al salir al corredor frío: "por favor, mi abrigo, porque doy mi vida, pero un resfriado sí no me quiero conseguir". 

Al llegar al sitio del suplicio rezó despacio el Salmo 51: "Misericordia Señor por tu bondad". 

Prometió que rogaría por el rey y sus demás perseguidores, y declaró públicamente que moría por ser fiel a la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana. 

Santo Tomás Moro es ejemplo que la política y la moral no están reñidas, solo hace falta más valentía de los políticos y más fieles creyentes en la política. 


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