Simón Bolívar había
aparecido con el alba en el balcón de una casa que estaba justamente al frente
de la Iglesia, secundado por su edecán, Bernardo Herrera, aquel estratega
observaba como su rival y enemigo político caminaba en dirección de la Gólgota.
La suave brisa de las
cinco de la mañana y un sacerdote, que recién lo había confesado, eran las
únicas compañías que Manuel Piar tenía en sus últimos instantes en dirección al
paredón de fusilamiento.
El jefe militar de
Guayana había sido condenado a pena de muerte por un tribunal de guerra, y el
mismísimo Simón Bolívar, tal vez en un último gesto de solidaridad y
compromiso, ordenó que se le mantuviese el rango militar que Piar ostentaba y
que éste fuese condenado al fusilamiento y no a la horca como lo había
planteado el General José Antonio Anzoátegui.
Piar, General en Jefe de
los Ejércitos de la República y Libertador de Guayana, fue ejecutado a las 5 de
la mañana. Él mismo dirigió al pelotón que lo ultimó, su voz se escuchó
profunda cuando dijo “apunten”; al retumbar la descarga, el Libertador dio la
espalda a la escena y desapareció del balcón.
Se dice que Simón
Bolívar dijo entre sollozos “Dios mío, ¿qué he hecho? He derramado mi propia
sangre”. Aquella acción fue definitiva y erigió un nuevo comportamiento en la
conducta de los actores políticos de la época.
Aquel 16 de octubre de
1817, con Piar en el cadalso, todos los generales de aquel inhóspito y salvaje territorio
que comprendía la antigua Capitanía General de Venezuela, entendieron que había
llegado un líder que no le temblaba el pulso para tomar decisiones.
Mientras Anzoátegui se repetía:
"Perdóneme, mi General. Perdón, perdón!", refiriéndose a Piar, se
tejía un esquema de poder que colocó a Simón Bolívar a la cabeza del movimiento
independentista de Venezuela y de gran parte de América Latina.
Desde aquel día, nadie
más se atrevió a discutirle el liderazgo político y militar a Simón Bolívar,
salvo cuando éste se encontraba debilitado y corroído por su enfermedad.
Hoy, Venezuela necesita
un liderazgo que tome el toro por los cuernos y que dirija. Uno de los grandes
problemas del país en la actualidad es que existe una policromía de liderazgos
anárquicos. Y, cuando existen tantos líderes es una evidencia inequívoca que no
existe ningún líder.
En el seno del
oficialismo, como en la oposición, es notoria la ausencia de un conductor. No
hay jefatura política en Venezuela y esto ha conllevado que la crisis que
padecemos de agudice con el paso del
tiempo y ante la mirada inerte de quienes tendrían la responsabilidad de
brindarle soluciones al pueblo.
Es tal la carencia de
liderazgo que tenemos una elección presidencial en puertas y como si no pasase
nada en el país, todo el mundo está sumergido en sus propios problemas.
En su tiempo, Bolívar
logró unificar a las fuerzas de la independencia cuando demostró que tenía el
coraje de dirigir y mandar, como a su vez, en el bando realista, lo había hecho
José Tomás Boves.
En Venezuela hemos tenidos
liderazgos incuestionables. José Antonio Páez fue un primer líder del republicanismo,
así como Antonio Guzmán Blanco lo fue después. Gómez y Marcos Pérez Jiménez, al
igual que en Acción Democrática (AD) las riendas las llevaba Don Rómulo
Betancourt, y en Copei el liderazgo indiscutido era del Dr. Rafael Caldera.
Entonces, ¿quién es el
líder ahora?
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