Cogito ergo sum (Puerto
La Cruz)-. ¿Qué ha
logrado el socialismo en casi dos décadas en el poder? Su herencia es una
estela de hambre, corrupción y antivalores sembrados en diversos espacios de la
sociedad venezolana.
El socialismo procuró
crear un sistema de hombres represados y proclives a arrodillarse por un
mendrugo, su objetivo del "hombre nuevo" no es otra cosa que un
modelo de esclavo a la usanza de tiempos remotos.
Esta visión de sociedad
ha llevado a convertirnos en un pueblo en peregrinación por el mundo, a una
sociedad corroída por la necesidad, sumida en un comportamiento egoísta carente
de cualquier principio de solidaridad y empatía con el prójimo.
El concepto de trabajo,
como acción liberadora y dignificante, perdió su valor real y fue reemplazado
por la práctica inmoral del mendigo profesional. La dádiva reemplazó al goce de
la recompensa por la labor bien realizada.
Y, hasta Dios fue
manipulado y atacado por el socialismo. Desde las altas cumbres del poder se ha
atacado la fe cristiana, las iglesias católicas y los sacerdotes han sido
objetos de agresiones por parte de un sistema político ateo.
Los valores de la
cristiandad han sido vilipendiados o tergiversados para el beneficio de un
pensamiento político. Intentaron crear una neoreligión donde Hugo Chávez fuese
un dios pagano adorado por la feligresía de los revolucionarios.
El socialismo destruyó
todo lo que habíamos construido como nación a lo largo de 200 años de historia.
Sus representantes y defensores incluso han apostado a la división del país al
permitir que el invasor guyanés nos arrebate nuestro Esequibo.
El socialismo es una
tesis realmente apátrida porque defiende más intereses foráneos, de creencias etéreas
y políticas "universales", antes que los intereses nacionales y las
conveniencias patrióticas. Es por eso que permitieron el avance de Guyana en el
Esequibo y por esa misma razón entregaron nuestros recursos naturales a los
cubanos y chinos.
¿Y luego de este
desastre qué hacer? Es hora que un sentimiento realmente nacionalista se
apodere de nuestra sociedad, que el venezolano valore nuestras raíces
socioculturales y las defienda por encima de todo riesgo y opresión.
Debemos colocar a Dios
como nuestra bandera, marchar por Venezuela y rescatar los valores tradicionales,
aquellos que alguna vez nos convirtieron en líderes de América Latina y del
Caribe.
Tenemos que volver a ser
los libertadores que fuimos, la gran nación emblema del sur del continente. Y,
cada vez, estoy más convencido que lo podemos hacer, que cada uno de nosotros
tiene el potencial necesario para transformarse en un libertador de Venezuela.
El país necesita de
hombres y mujeres que se despojen de sus pasiones e intereses particulares y
piensen en el todo nacional, que sean más solidarios, más comprometidos y más
firmes en el propósito de regresar a Venezuela al sitial que se merece como
emblema latinoamericano.
Debemos luchar por Dios,
Venezuela y el trabajo. ¿Y por qué por esta trilogía? Porque Dios es la mayor
inspiración para todo hombre devoto y fiel a la religión de nuestros padres.
Frente al grito de
"Patria, Socialismo o Muerte" o de "Chávez vive, la lucha
sigue" nosotros debemos responder con: "Viva Cristo Rey".
Dios es nuestro general,
en una lucha política y sobretodo espiritual.
Tenemos que rescatar a
la Venezuela que perdimos, ese grandioso país que desbastaron las políticas
despilfarradoras y corruptas de un socialismo engañoso y soez. Y, para obtener
a esa nación maravillosa debemos repotenciar al trabajo no como obligación sino
como dicha del hombre que con cada jornada se ennoblecen como ciudadano.
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