Cogito ergo sum (Puerto
La Cruz)-. ¿Quiénes
somos en verdad? ¿Quiénes somos los venezolanos? ¿Cuál es nuestro propósito?
Medito sobre las anteriores interrogantes en la búsqueda de una respuesta, de
alguna revelación que me permita entender las razones que nos llevaron a vivir
lo que estamos viviendo hoy en día.
¿Quiénes somos? Somos
aquellos llaneros a pantalón a media pierna que atravesaron los andes detrás de
un "hombre a caballo" como diría Andrés Eloy Blanco.
Somos aquel ejército que
derrotó al imperio español, como aquella masa militar que no encontró descanso
en las guerras de independencia y prosiguió el estado bélico en interminables
guerras civiles, revueltas y escaramuzas.
Tal vez, somos aquellos
caribes indómitos y con sentido de la nacionalidad que arrasaron la tierra y
eran dueños del mundo salvaje antes de la llegada de los españoles; o somos
esos españoles que a fuego, sangre y sudor conquistaron una tierra cimarrona y
mística.
¿Quiénes somos en
verdad? Somos aquel pueblo alegre, bonachón y dicharachero que prendía el
jolgorio en cualquier momento o por cualquier excusa, el mismo que construye un
chiste de su desgracia para reírse de ella.
Somos aquella nación
solidaria que abrazaba al extranjero y lo convertía en uno más de nosotros;
aquel país que recibió a italianos, portugueses, árabes, alemanes, colombianos,
peruanos, panameños y chilenos.
Somos aquel pueblo que
llamaba musiú a todo extranjero catire y de piel muy blanca, el que le decía de
cariño "portu" al portugués dueño de la panadería de la esquina, o
"turco" a todo árabe que se le atravesaba por el camino.
Somos ese pueblo amable
que extendió su mano a las naciones del continente cuando éstas sufrieron de
sangrientas dictaduras, aquella nación humana que nunca le dio la espalda a
nadie y siempre estuvo allí para socorrer a aquel país que lo necesitase.
Somos el pueblo de
pescadores intrépidos, de llaneros que como centauros conquistan las planicies,
como los negros trabajadores de Barlovento creadores del cacao y de la música
del tambor.
Somos rebeldes como
Andresote, somos líderes como el Libertador Simón Bolívar, invencibles como el
General José Antonio Páez, somos rectos y fuertes como el General José Antonio
Anzoátegui o leales como el Mariscal Antonio José de Sucre.
Somos ingenioso como el
Maestro Abreu o como Jacinto Convit, somos soñadores como Rómulo Gallegos o
Aquiles Nazoa; somos como la genialidad de Andrés Bello o como la visión de
Laureano Vallenilla Lanz.
Sí, somos todo lo
anterior y ninguno de ellos. Somos cada uno de esos venezolanos guerreros,
divertidos, soñadores y geniales, pero a la vez somos parte de una desviación
social construida por un ensayo de destrucción nacional que lleva 18 años en
ejercicio.
Hemos perdido gran parte
de lo que fuimos. En estas dos décadas han aniquilado la alegría nacional y una
muestra de ello es este diciembre carente de la dicha que siempre caracterizó
al pueblo venezolano.
Sin embargo, estoy
convencido que lo que se hereda no se hurta; en lo más profundo de nuestra alma
nacional yace todas los rasgos de aquel venezolano que lo distingue sobre todos
los demás latinoamericanos.
Y sin ánimos de soñar
chauvinista, me siento orgulloso de ser de esta tierra, de nacer en el mismo
país de Bolívar, Páez y Bello, de ser de la tierra de Gallegos y José Gregorio
Hernández, de ser paisano de Salmerón Acosta, Andrés Eloy Blanco y Mariano
Rivera.
¡Gracias Dios por haber
nacido en Venezuela!