Cogito ergo sum (Puerto
La Cruz)-. Antes que
nada, permítanme hacer una salvedad: La firmeza en las convicciones no tiene
nada que ver con la radicalización de nuestras acciones o expresiones. Por
favor, no confundamos la locura con el carácter.
Con súbito asombro he
escuchado a dirigentes políticos, líderes estudiantiles y, sobre todo jóvenes
universitarios, asumiendo una actitud vesánica y poco razonable. Pareciera que
su radicalización es su forma de drenar emociones y expectativas no alcanzadas.
Sí, en ocasiones
deseamos abrirnos paso a través de acciones y decisiones no pensadas, pero ¿es
lo correcto? Obviamente no. La pasión es un buen impulso en la vida, pero muy
mal consejera.
En mi permanente
recorrido por las Redes Sociales he leído a personas que viven en un sempiterno
rifirrafe contra la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que critican todo,
objetan todas las posiciones asumidas y, para colmo, no contribuyen en el
desarrollo de una solución real para el país.
Gulusmean por las
plataformas de comunicación en busca de un retweet o de un "me
gusta", y para ello se hacen eco de expresiones insensatas de irracionalidad
política, con lo cual ayudan al régimen.
La radicalización ciega
impide el libre ejercicio de la consciencia, bloquea nuestra capacidad de
análisis y fomenta los errores. Es una especie de rabia desbordada que no se
canaliza y, por lo tanto, arrasa con todo a su paso.
En lo personal estoy de
acuerdo con la protesta cívica y democrática de calle, pero esto no es
radicalismo, es firmeza.
Entonces, ¿cuándo se
radicalizan? Lo hacen cuando, sin reflexionar lo suficiente, enfilan sus
ataques a las elecciones. Dicen que esto es colaboracionismo, y califican como
estratégico un llamado a la abstención que deja libre nuestros flancos de
lucha.
¡Son ciegos! A pesar que
respeto todas las expresiones del pensamiento humano, porque todos tenemos
derecho a pensar, los llamados a la "no participación electoral" no
son planteamientos pensantes sino que representan una invitación al suicidio
político colectivo.
Porque al abstenernos
tendremos un mapa rojo por los cuatro costados, que legitimará al régimen,
mientras si votamos tendremos las albricias de un triunfo democrático y de
resistencia real y efectiva.
Los radicales hablan de
calle, pero ¿qué calle? Una sin estrategia lógica, sin finalidad concreta. Esto
no es valentía, es simplemente irresponsabilidad.
La calle debe tener
sentido, ser parte de las tácticas ejecutadas para cumplir la estrategia y los
objetivos que se tracen. La calle sin pensamiento es un callejón sin salida,
una trampa, una quimera.
La obtención de las
gobernaciones, permaneciendo en las calles, luchando al transformar el voto en
un instrumento de protesta cívica, encarna un logro fundamental en el rescate
de la democracia en el país.
Dicho de otro modo, al
votar liberaremos a los estados del yugo del régimen. Le comeríamos el casabe
por las orillitas al régimen.
Frente a esto, mi
llamado es a mantenernos en la calle pero con estrategia, es votar como táctica
y nunca abandonar nuestro papel racional y firme de guerreros, juntos vamos a
salvar a Venezuela.
Radicalizarse es perder
el norte. Sigamos firmes hacia la liberación de Venezuela.
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