Cogito ergo sum (Puerto
La Cruz)-. Una cortina
de humo producida por las bombas lacrimógenas lanzadas por los esbirros del
régimen venezolano, y entre las brumas picosas de aquel artículo para la
represión, surge valiente un camarógrafo y a su lado un periodista armado con
su micrófono y credencial.
Gritos y lamentos,
sirenas de ambulancias llorando a la nada y en medio de la vorágine un
profesional de la comunicación de pie, como si fuera inmune a las balas y
perdigones, se detiene a mirar y escribir en una libreta humedecida por el
sudor y las lágrimas nacida por el efecto de los gases.
Y aquel periodista que
recibe de Conatel el anuncio o dictamen del Gobierno para suprimir tal o cual
palabra, tal o cual imagen, o reseñar aquel episodio, y ese mismo comunicador
se las ingenia para decir aquello que el Gobierno quiere silenciar u ocultar.
Ese mismo periodista es
aquel que hace preguntas incómodas, aquel que es ofendido cuando dice lo que
otros no quieren decir. Ese mismo que es amenazado, perseguido y hasta
torturado.
Estos son los periodistas
que celebraron en la calle este 27 de junio. Estos fueron los mismos que
vociferaron por la defensa de la libertad de expresión.
El mismo Simón Bolívar,
el Libertador, dijo que “la imprenta es la artillera del pensamiento”, a
través de la prensa libre la esencia misma de la libertad encuentra cauce como
un río rumbo al mar abierto; es mediante un periodismo sin censura o cortapisas
que la democracia es tal y puede ser ejercida en la plenitud de su dimensión
filosófica.
Porque si la democracia
es “el Gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo” como lo afirmase
Abraham Lincoln, entonces la única forma de que éste tenga participación
permanente es a través de los medios de comunicación y ahora más que nunca
cuando estamos frente a la era digital y el acceso a una información más diáfana,
abierta y directa.
Y justamente, cuando el
país marcha a pasos agigantados al oscurantismo de la verdad, al cierre de los
canales de difusión, cuando el periodismo deja de ser libre para transformarse
en una profesión de esclavos y cómplices, entonces vemos las puertas mismas del
infierno de la dictadura.
Por este motivo es vital
que los periodistas sigamos en la lucha, desde cualquiera de nuestras
trincheras. Ya sea en el diario cubrir de noticias, en programas de televisión
o radio, o mediante una columna de análisis de opinión.
Cuando nos encontramos
frente a las fauces de la tiranía, el periodismo deja de ser una profesión para
transformarse en un peregrinaje, en un apostolado por la verdad.
El periodista venezolano
se ha transfigurado en un mártir y en un guerrero, es un luchador y una
víctima. El periodista en este país es un héroe y un defensor de los restos de
la moral nacional.
Mientras exista un solo
periodista que empuñe un lápiz, tecleé en una computadora, o tome un micrófono,
para escribir o decir lo que ocurre en esta Venezuela compungida, solo así
tendremos la esperanza de que la verdad triunfará.
¡Que orgullo siento al
decir que soy periodista!
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