Cogito ergo sum (Puerto
La Cruz)-. En la
historia de la humanidad encontramos a políticos que sobresalen por su astucia,
su capacidad de maniobra y por sus finas estrategias que los convirtieron en amos
de un suceso puntual, período y hasta era.
Obviamente, quien le dio
nombre a la socarronería política fue Nicolás Maquiavelo.
El ilustre florentino creó
las bases de la diferencia entre estrategia y táctica dentro del quehacer
político. Fue un maestro de las intrigas palaciegas y un señor en el manejo del
realismo político.
Aunque, después de
Maquiavelo e incluso antes, han existido artistas de la política como ejercicio
de la maniobra y como práctica de la sobrevivencia.
Armand Jean du Plessis,
cardenal-duque de Richelieu, fue uno de esos grandes estrategas en el arte de mover los hijos del
poder detrás del telón.
El religioso católico
fue el dueño y señor de Francia durante un largo tiempo, a tal punto que no se
movía una paja en sus días sin que él estuviese enterado.
Vale la pena hacer
mención a Joseph Fouché y Charles-Maurice de Talleyrand-Périgord dos de los más
sagaces políticos durante aquellos tormentosos días de la Revolución Francesa y
los días del Imperio Napoleónico.
Ambos actores de la vida
política gala sobrevivieron a más de un modelo de gobierno y a más de un
gobernante, siempre siendo sobrevivientes de los cambios y permaneciendo en
altos puestos de la jerarquía del poder.
Y paremos aquí la lista.
Todos estos personajes lograron mantenerse activos y siendo factores de las
intrigas de salones gracias a poseer un bajo perfil; sus personalidades de “asesores”
le dieron la oportunidad de afianzarse en el poder permaneciendo en las
sombras.
Ellos usaron todas las
acciones que tenían en sus manos para seguir en el disfrute del gobierno. Todos
emplearon sus más fuertes habilidades para perpetuarse en el centro de las decisiones
políticas, sin que sus cabezas pendieran de un hilo.
En Venezuela hemos
tenido pocos políticos de este estilo. Los titiriteros en ocasiones sueltan los
hilos para convertirse en las caras visibles de sus maquinaciones, y es allí
donde fracasan.
Nuestra necesidad de
caciquismo político ha colmado los deseos de todos los buenos estrategas que
abandonan las sombras para ser figuras a la luz de los reflectores, cámaras y
el aplauso de la galería. Todos han sucumbido frente al vedetismo.
No obstante, tenemos ejemplos
de jugadas políticos de gran impacto en nuestra historia, e incluso en los
tiempos recientes.
Por ejemplo, la Fiscal
General Luis Ortega Díaz se convirtió en una Maquiavelo con faldas. Ella ha
demostrados que sabe mover las piezas del ajedrez.
Su deslinde del régimen,
a tiempo, su actuación en contra de la Constituyente y los Magistrados del TSJ
la evidencian como, dirían en Games Of Thrones, “una buena jugadora del
juego de tronos”.
Luisa Ortega Díaz
avanza, primero sigilosamente y luego con vehemencia, en un juego peligroso y
extremadamente fructífero si le va bien.
Ella se convirtió en la
mano de la cual pende el equilibrio político del país; con extremado
maquiavelismo se adueñó de la realidad política venezolana.
Y frente a esto nos
preguntamos: ¿Cuál será el próximo movimiento de la Maquiavelo con faldas?
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