Cogito ergo sum (Puerto
La Cruz)-. “Sólo una
relación real con Dios (oración) nos da la fuerza para vivir intensamente todos
los acontecimientos, especialmente los más dolorosos”, Papa Benedicto XVI.
Lo reafirmo en este
artículo, Venezuela es el escenario de un combate sin cuartel, de una batalla
política, social, ideológica, y aunque muchos lo pongan en duda, es el campo de
enfrentamiento de una puja espiritual.
Desde el arribo de Hugo
Chávez al poder, se inició un proceso de eliminación de la cultura cristiana en
nuestro país. Durante mucho tiempo, el
principal vocero del Gobierno atacó con todo su verbo a la Iglesia Católica, e
inclusive coqueteó cínicamente con los hermanos separados, los evangélicos,
para crear y profundizar la división entre los cristianos.
Durante el período quien
fuese presidente de Venezuela arremetió contra Obispos, Cardenales e inclusive
el mismo Papa, Chávez hasta maldijo al pueblo de Israel; llanamente fue un
proceso de anticristianismo profundo y extendido.
Chávez unos días se
decía católico (para en sí atacar a la Madre Iglesia) y en otras ocasiones se
presentaba como protestante, todo en un universo de confusión y división que le
facilitaba su empeño de aniquilamiento de la cultura cristiana nacional.
Durante este tiempo
vimos como los ataques a la Iglesia y a sus representantes se fueron agudizando
y radicalizándose, las tomas de cámara de templos católicos atacados y de
imágenes de la Virgen manchada y rota, formaban parte del arrebato de ira del
mal, apoderado del gobierno en contra de la fe.
En el marco de este
proceso de anticristianismo militante, se dieron cabida y libertad a una serie
de expresiones religiosas o seudo-religiosas que pretendía, y aún pretenden,
reemplazar la fe cristiana entre nuestro pueblo.
El fervor hacia credos
plenamente ajenos a nuestra cultura cristiana, e inclusive divorciada en tiempo
y espacio de las antañas creencias de
los pueblos originarios venezolanos, fueron ganando terreno por la práctica que
protagonizaron y auspiciaron desde el mismísimo Palacio de Miraflores.
Y después de fallecido
Chávez, desde la cúpula del poder se buscó, con un evidente fracaso, crear en
torno a éste una nueva fe, religiosa y dogmática. Prácticamente se planteó la
construcción de la teología de la revolución.
El “credo de la
revolución”, el “Chávez nuestro”, e inclusive la fabricación de un rosario con
la faz de Hugo Chávez y Fidel Castro se compaginaban con la nueva terminología
de “Comandante Supremo” y “El Eterno”, todo enfilado a constituir del chavismos
una religión blasfema y anticristiana.
Y hoy, la lucha
religiosa sigue su curso.
Quienes se hacen llamar
revolucionarios, continúan en la misma premisa comunista de otrora, ellos quieren
la destrucción de la Iglesia Católica, como símbolo de fe cristiana, y también
la expresión de todas las iglesias evangélicas o protestantes.
Por algo, el régimen
venezolano se siente tan ajusto defendiendo a todos los movimientos
fundamentalistas.
Ante a esto, los
cristianos tenemos que tener más confianza en Dios que nunca, orar y rezar con
más fuerzas y no descuidar el frente espiritual
en este combate por Venezuela.
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