Cogito ergo sum (Puerto
La Cruz)-. “Los que
abandonan la tradición de la verdad no escapan hacia algo llamado libertad.
Sólo escapan hacia otra cosa que llamamos moda”, así lo dijo Gilbert Keith
Chesterton.
Las modas, además de
pasajeras, son sumamente peligrosas y más cuando nos referimos a modas sociales
o políticas.
Hace 18 años inició una
“moda” en el continente, con el arribo de Hugo Chávez al poder se extendió por
Sudamérica una tendencia “revolucionaria” de cambios sociales que se hizo, primero
eco y después gobiernos en gran parte de nuestra tierra continental.
Argentina, Ecuador,
Bolivia, Nicaragua, muchos países del Sur y Centro de América fueron presas de
esta moda social que parteó una de las etapas más grises de nuestra historia
hermanada.
La moda de la izquierda
se hizo más fuerte que nunca; andar por las calles con una camiseta con un
“Che” Guevara pintado en el pecho era la tendencia, era lo bueno y lo que daba
prestigio.
Había regresado, para
esos días, la moda que en la década de los 60 también contagió como fiebre
demencial a muchas de la juventud de entonces.
La gran diferencia es
que la izquierda de los sesenta no llegó al poder, pero su nueva versión si lo
hizo con consecuencias nefastas para nuestros pueblos.
La persecución política,
la grosería popularizada e institucionalizada, el miedo, el cercenamiento de
libertades públicas, el acoso y la sistemática opresión hacia a aquel que
piensa diferente, se transformaron en prácticas extendidas, aceptas, imitadas
y, sálveme Dios, hasta respetadas por los diversos gobiernos del continente.
La moda del bravucón de
barrio voceando consignas anti-imperialistas, reviviendo frases de la guerra de
la guerrilla, resucitando entre los muertos el Muro de Berlín y la extinta
Unión de Repúblicas Socialistas y Soviéticas (URSS), simbolizó el pandemónium
desatado.
Los venezolanos,
argentinos, ecuatorianos, brasileños, uruguayos, bolivianos, y en menor medida
colombianos, peruanos y paraguayos, se hicieron eco de esta tendencia
escalofriante, y permitieron que la izquierda cargada de revanchismos absurdos,
de odios enquistados de antaño, de retaliación oxidada por el tiempo, accediera
al poder.
Hoy, todos los países
están viviendo la amarga experiencia, y la obscena consecuencia, de esta “moda”
política que a veces trajeó con saco y corbata, en otras con uniforme militar y
boina roja.
Fue una “moda” peligrosa
para nuestros pueblos, y a pesar que su presencia se minimiza en el mundo
americano, persisten vestigios cancerígenos en el poder.
Sigue Nicolás Maduro en
Miraflores, el llamado “correismo” tiene
esperanzas, aunque cada vez menores, de retener el coroto en Ecuador.
Todos los pueblos de América
Latina, y sobre todo el venezolano, tiene que aprender la lección de esta
“moda”.
La antipolítica, la
izquierda revanchista y destructora, el militarismo a la cubana, tienen que ser
recordado en su dimensión caótica y aniquiladora que estamos aun padeciendo.
¡Cuidado con las modas! Cuidado
con la anti política militante y enemiga de las ideologías, pero éstas son
parteras de caos históricos.
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