Cogito ergo sum (Puerto
La Cruz)-. Los más recientes cambios ministeriales nuevamente
revelan lo que hemos venido conversando en esta columna: Existen varios grupos
en plena pugna por el poder interno en el oficialismo.
Cada vez más Nicolás
Maduro tiene que entregar parcelas de poder para sostenerse en su tambaleante
régimen.
La caída de Miguel Pérez
Abad pudiera obedecer a esta vorágine política que atraviesa el Ejecutivo
nacional y por ende el Partido Socialista Unido de Venezuela.
El empresario no
respondía a los grupos ortodoxos de la izquierda, los cuales lo veía con
recelo, y tampoco estaba entre los “amigos” de la logia militar que se ha ido
enquistando en el poder nacional.
La designación de
Néstor Reverol como nuevo titular de la cartera de Interior
y Justicia de Venezuela, no sólo busca “protegerlo”, como lo denunciase el
diputado Ismael García, sino que es parte de los juegos de poder que existen
dentro del Gobierno.
Los militares día con
día ocupan más y más espacios de poder en medio de un régimen que se está
desvaneciendo y desmoronándose desde el punto de vista de simpatías entre la
Opinión Pública.
Los militares, con
Vladimir Padrino López a la cabeza, están tomando las más importantes
posiciones en el Ejecutivo.
Los civiles, no importa
en qué grupo cohabiten, están siendo minimizados desde el punto de vista del
poder político como del operativo.
El vicepresidente
Aristóbulo Istúriz, por lo menos hasta el momento de redactar esta columna, ha
hecho mutis en torno a las últimas decisiones.
El exgobernador de
Anzoátegui, exministro de Educación y factor importante dentro del Psuv ve como
se le escurre el poder entre los dedos.
Vemos como el grupo
militar aniquila políticamente a los izquierdistas tradicionales, así como el
denominado “chavismo originario” también se encuentra fuera del cuadro de poder.
Mientras tanto en la
Asamblea Nacional, Diosdado Cabello se atrinchera y busca alianzas internas que
le permitan retomar el poderío que alguna vez amasó.
Por último, la realidad
que rodea a Nicolás Maduro es muy
triste.
Los militares
presionando desde los cuarteles, y conquistando
espacios de mucho poder. Los “chavistas originarios” calificando a su
gestión como “nefasta” e inclusive como “traidora” al legado de Hugo Chávez, y
tercero el grupo que él dirige golpeado, y adolorido.
¿Tiene futuro un
Gobierno así? Aunque, a pesar de las diferencias, ninguno de los tres grupos quiere
perder el poder, la situación lleva al régimen a un colapso total de sus
estructuras políticas y partidistas.
Y, todo esto sin abordar
el tema de a aquellos que sí quieren ver caer el régimen, como única salida
posible para “salvar al chavismo”.
Al final, usted y yo apreciado
lector, tenemos que sentarnos y ver como cae el telón en esta obra que llaman:
Gobierno Rojo.
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