Cogito ergo sum (Puerto
La Cruz)-. Los tiempos en política son diversos y en
ocasiones antagónicos.
Sí, por ejemplo un
exilio “dorado” puede ser no tan reluciente para aquel que desea con frenesí
ser protagonista del devenir de los hechos políticos de su patria.
Un testarudo político
como el Dr. Rafael Caldera puede estar interpretado y aplaudido por su tenacidad
de luchador incansable o percibido como un sectario.
El deseo de eternizarse
en el poder, cual Hugo Chávez o Evo Morales, es otra demostración que los
tiempos cambian y se adaptan a las visiones personalísimas de cada actor
político.
Y ¿por qué hablo de esta
dicotomía entre el tiempo como tentación en sí mismo o como tentador de
políticos? Porque los venezolanos desde hace un tiempo estamos presos de la
angustia del reloj político.
Para algunos la
aceleración de los lapsos para la celebración del Revocatorio es perentorio,
mientras para otros la demora, las tácticas dilatorias y demás expresiones de
esta índole son la receta del éxito.
Para el régimen el
tiempo se agota y los caminos se escasean, mientras que para el ciudadano que
sufre en medio de las colas para acceder a la compra de comida, el tiempo de la
permanencia de Nicolás Maduro en "el coroto se prolonga demasiado.
Para los enchufados
le falta tiempo para continuar en el disfrute de las mieles del poder, mientras
para aquellos que anhelan el cambio la estadía por más tiempo de los
destructores de la nación es inaceptable.
Es cuestión de las
agujas del reloj. Por ejemplo la frase de Henrique Capriles de que “los tiempos
de Dios son perfectos”, se ha respondido en las Redes Sociales en diversas
formas, una de las más geniales fue la aseveración de que “Sí, el tiempo de
Dios es perfecto, pero si no vamos para la calle el tiempo de Maduro será
eterno”.
Para el joven que tiene
un mundo por delante el tiempo debería ser aún relativo, inclusive gigante e
inagotable, no obstante la realidad es otra. En la era de revolución para un
joven recién graduado estamos viviendo tiempos de opresión, desilusión y
desesperanza.
Y el reloj político, a
pesar de unos y de otros, sigue avanzando. El tic, tac, tic, tac, de la
sociedad venezolana va marcando la hora de un desenlace “como sea” de la
grave situación que padecemos dentro de la nación.
Si no se permite la
celebración de elecciones este año, si el Consejo Nacional Electoral y el
Tribunal Supremo de Justicia prosiguen en su afán de secundar al régimen
convaleciente de Maduro, el tiempo del pueblo no se hará esperar.
El reloj político marca
la hora de la acción cívica, democrática, pacífica y constitucional. El reloj
político marca el tiempo de los cambios que necesitamos y que anhelamos.
Y, mientras Maduro y su
combo buscan detener el tiempo, entre los factores de la Unidad Democrática se
tiene que leer muy bien los minutos y los segundos, se tiene que interpretar
con responsabilidad y exactitud lo que
representa ese nuevo tiempo que aspiran millones de venezolanos.
El reloj avanza para el
Referendo Revocatorio o para la salida que el pueblo determine en su voluntad
mayoritaria y sagrada.
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