Cogito ergo sum (Puerto
La Cruz)-. Era
marrón y con el verdadero rostro del Libertador, Simón Bolívar, horizontal y no
vertical como el de ahora, aunque la más notoria diferencia era el valor real,
es decir, la capacidad de compra que cualquiera tenía al tenerlo en su
billetera.
En aquellos días, con
seguridad usted podrá recordarlo, existían billetes de 5, 10, 20, 50 y 100
bolívares y luego venía el mágico billete de 500, aquel que tenía estampada una
orquídea en su dorso.
El de Bs. 5 era rojizo
con la faz de Simón Bolívar de un extremo y del Generalísimo Francisco de
Miranda por el otro, a su reverso se erigía una emblemática catedral.
Mientras el de Bs. 10
era azulado con las figuras de Bolívar y el Mariscal Sucre en cada esquina de
un lado del billete, el de Bs. 20 portaba a un vetusto General José Antonio
Páez y el de Bs. 50 reconocía en el campo de las humanidades el grandioso
legado de Don Andrés Bello.
No obstante, hoy quiero
hacer hincapié en el billete de 100 bolívares. Poseyéndolo usted con
tranquilidad podría ir a la bodega de la esquina, porque siempre había una
cerca, y comprar no una, ni dos, tampoco tres, sino una considerable cantidad
de alimentos y lo más sorprendente, sobre todo para los más jóvenes, es que te
quedaba vuelto.
Con 100 bolívares el
poder adquisitivo era alto, con este billete usted podía no solamente resolver
un almuerzo bien resuelto, sino que le sobraba para el otro día.
Por ejemplo, un niño con
un billete de 100 bolívares era rico. Ese muchacho hacía y deshacía, compraba
lo que quisiese y brindaba a cualquiera.
Es que más de uno, con
un billete de los “marrones”, hablaba fuerte en cualquier licorería debido a
que tenía con qué.
Ese billete, es lo que
equivaldría actualmente a unos 0,1 bolívares de los mal llamados
“fuertes”, sería un chiste en la
malograda economía socialista del siglo XXI.
Recordemos que Hugo
Chávez en su afán de cambiarlo todo y destruirlo todo, le quitó tres ceros a la
moneda venezolana, lo que en sí fue una especie de devaluación velada, además significó
el inicio del fin de nuestro signo monetario y la caída, en picada, de nuestro
poder adquisitivo.
Y el actual billete de
100 bolívares, algo marrón y vertical, equivale a 100 mil bolívares de los
viejos, la diferencia estriba en que con los 100 Bs. denominados fuertes no
puedes comprarte ni un refresco, y con los 100 mil de los “débiles” se podía
adquirir un carro, casa y muchas cosas más.
En mi hogar, que no era
pudiente ni mucho menos, se tenía un aceptable nivel de ingresos y el consumo
de alimentos como el harina precocida, el arroz, la pasta, carne, pollo y
pescado, era normal, un asunto baladí, empero en la actualidad la adquisición
de estos productos representa una odisea tanto por el costo como por su
desaparición.
Los voceros del régimen
vociferan que: “en la cuarta república el pueblo comía perrarina”, en lo
particular jamás sustituí mis alimentos por comida de canes, y sobre todo
porque un kilo de alimento para perro era más costoso que un kilo de bistec.
Me gustaría que alguien
me diga, aquí les dejo mi cuenta twitter: @jdsolorzano, si alguna vez comió
perrarina y por favor no vengan con el cuento de “que yo no, pero sé quién sí”,
porque eso es igual al cuento del “amigo, de mi amigo, que conoció al ayudante
del general que se casó con la cuñada de…”.