Cogito ergo sum (Puerto
La Cruz)-. “Si
quieren que la paz reine en sus familias y en su Patria, recen todos los días
el Rosario con todos los suyos”, así lo dijo San Pío X y me parece adecuado
recordarlo cuando estamos en medio de la Semana Santa.
La oración es la vía más
expedita para redimir nuestros pecados, para declararle a Jesucristo, el Hijo
de Dios, nuestras angustias, necesidades, festejar con Él nuestras alegrías. Y
es el Santo Rosario una herramienta infalible para acercarnos más a Dios Padre,
Hijo y Espíritu Santo.
Cuando nos dirigimos devotamente
a Dios, cuando nos arrodillamos, agradeciéndole al Señor e implorándole por su
infinita misericordia, estamos aproximándonos a lo que Él quiere que seamos,
estamos dando pasos importantes en nuestra vida como verdaderos y dignos hijos
de Dios.
Permítanme recordar, en
estas líneas, otra frase que debemos tener presentes como buenos cristianos: “Rezar
mi Rosario es mi más dulce ocupación y una verdadera alegría, porque sé que
mientras lo rezo estoy hablando con la más amable y generosa de las madres”,
así lo dijo San Francisco de Sales, por cierto el Santo Patrono de los
periodistas.
Rezar el Rosario es una
forma benéfica de encontrarnos con el Señor, de entablar con Él un diálogo de
Padre a hijo, estamos empleando un método que la Madre de Dios, nuestra
amadísima Virgen María, nos entregó para que libremos diariamente el combate
contra el pecado y las trampas que la vida nos coloca en el camino.
Cuando estemos en medio
de nuestra conversación con Dios, cuando meditemos profundísimamente los
Sagrados Misterios del Rosario, cuando entendamos los porqués de los
sacrificios y el Martirio de Jesús de Nazareth, y luego de los apóstoles,
comprenderemos cual es nuestro real objetivo en la tierra.
Y es que rezar el
Rosario y orar delante del Altar frente a Cristo consagrado nos permite
realmente hacernos un examen de consciencia para así poder limpiar nuestras
ofensas y pecados a través del Sacramento de la Reconciliación.
Durante estos días
santos, debemos asimilar el poder de la oración como el arma de fe más
importante para vencer obstáculos, alcanzar metas y ser cada día mejores seres
humanos, y si a esta acción, que debería transformarse en hábito, le sumamos el
trabajo firme y consagrado a Dios, si dedicamos nuestras labores diarias a Él,
podremos alcanzar la mejor metas de todas: Una vida plena.
Porque ninguna vida será
plenamente satisfactoria si está de espaldas a Dios, si no cumple con las
reglas que nuestro Señor nos ha puesto para que hagamos el bien, para que
desbordemos solidaridad, caridad y misericordia.
Quien más rece y ore más
cerca estará de Dios Todopoderoso, quien trabaje más ofreciéndole a Dios sus esfuerzos,
trasnoches y mortificaciones será ungido por la bendición de la Santísima
Trinidad.
Para concluir este
artículo, quiero expresarles mis disculpas a todos, sé que no es habitual que
esbocé mis creencias religiosas tan abiertamente como en esta ocasión, no
obstante como católico que soy me siento plenamente orgulloso de formar parte
de la iglesia, y de luchar cada día para vivir en la plenitud de mi fe.
¡Recemos con devoción!
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