Desde Alta Mar-.
El Gobierno nacional nuevamente crea otro de sus artilugios económicos para
tratar de tapar el caos en el cual nos sumergió gracias a más de una década de
despilfarro y escasa eficiencia.
El Sistema Marginal
de Divisas (Simadi) es sin lugar a dudas un juego de palabras que trae consigo
otra nueva devaluación, esta vez más encubierta, que al final terminará
afectando al de siempre, al ciudadano de las comunidades más empobrecidas.
Prácticamente
intentan legalizar el “dólar innombrable”, lo que evidencia el fracaso de la
visión cambiaria y económica de un gobierno que no sabe en qué palo ahorcarse.
La crisis política,
económica, social y moral sigue avanzando ante la torpeza de un sistema que
busca asfixiar a todo el mecanismo liberal e independiente de comercio y
producción.
Los reveses
económicos, que promueve el Gobierno y que sufrimos todos, nacen motivados a
dos razones fundamentales: La primera es la incapacidad palpable, real e
innegable del régimen y la otra es la visión política del sistema que busca,
como dé lugar, empobrecer y marginalizar a nuestra población, ya de por sí
golpeada por el método de gestión actual.
La cubanización del
país es la meta que está persiguiendo el madurismo, justamente cuando en La
Habana están sentados negociando aperturas políticas en la isla caribeña. ¡Las
contradicciones de la izquierda!
El Simadi es una
herramienta de control que persigue dar apariencias de más libertad para la
compra-venta de divisas, no obstante lo que en verdad pretende el Ejecutivo
Nacional es jugar con los ciudadanos, manteniéndonos distraídos mientras desde
Miraflores se avanza en la consolidación del modelo marxista.
Para lograr la
“profundización del socialismo” el Estado madurista está echando las bases de
la descomposición social, política y económica.
La estrategia está
clara: endulzan a los factores de la oposición mediante la convocatoria a
elecciones parlamentarias, con lo cual algunos partidos de la Mesa de la Unidad
Democrática (MUD) se sienten cómodos (hasta se deja ver el brillo de ansiedad
en la mirada de varios de sus más dilatados dirigentes), y esto sumado a las
cortinas de humo sociales son los medios del Ejecutivo para encaminarse hacia,
créanlo o no, a un nuevo modelo de dictadura comunista.
Así como Rusia está
reeditando, desde hace varios años, el concepto soviético con las acciones y
decisiones de Wladimir Putin, de esa misma manera en Venezuela Nicolás Maduro
enfila al país hacia la instauración de un régimen comunista de nuevo tipo.
La destrucción del
aparato productivo, los controles en el manejo de divisas, el ahogamiento
crónico a las redes de comercialización de productos, la prácticamente
eliminación de la inversión en los campos venezolanos responden inagotablemente
a la aplicación de la estrategia de destrucción del país para la construcción
de un régimen plenamente marxista-leninista.
Ahora bien, Nicolás
Maduro desde la jefatura del Estado inyecta las dosis necesarias para alcanzar
en el cuerpo del país una convulsión que le permita edificar, desde las ruinas,
el hambre y el dolor, su visión de Gobierno.
La pregunta es: ¿Lo
permitiremos?
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