Cogito
ergo sum-. Un
contingente de cerca de 150 efectivos del Servicio Bolivariano de Inteligencia
Nacional (Sebin) secuestró violentamente al alcalde Mayor de Caracas, Antonio
Ledezma, a plena luz del día y con el mayor de los descaros.
Los
funcionarios mostraron una diligente actitud al aprisionar a un mandatario
electo por más del 50 por ciento de los caraqueños, no se detuvieron ni
siquiera en los formalistas de rigor, no mostraron orden de allanamiento ni de captura.
Pasaron
por alto hasta la inmunidad que recubre las oficinas de dos diputados de la
Asamblea Nacional.
Se
llevaron a Ledezma, primero a los calabozos del Sebin y posteriormente a las
celdas de Ramon Verde, ante la mirada preocupada de sus familiares y de indignación
colectiva.
En
medio de todo aquel panorama, y la cadena presidencial de Nicolás Maduro que
pretendía silenciar aquel episodio, las colas en todos los centros de expendio
de alimentos continuaban.
En
medio de la arremetida oficial, regresa a la pantalla de Venezolana de
Televisión, otrora el canal de todos los venezolanos, el infame programa de La
Hojilla.
Mario
Silva retornó por todo lo “alto”, regaló a todos sus televidentes el odio
acumulado desde su intempestiva salida del aire.
Cuando
el conductor del programa televisivo agredía ferozmente, como es habitual en
él, a los diferentes líderes de la democracia venezolana, las colas en los
Abastos Bicentenarios, Mercal y Pdval de toda la nación seguían.
Mientras
el presidente nacional del partido Copei, Roberto Enriquez, suscribía
valientemente el Acuerdo para la Transición, única “prueba” del régimen en
contra del presunto golpe de Estado que iba a dar el alcalde Ledezma, efectivos
policiales secuestraron y luego allanaron la sede del partido en El Bosque, en
Caracas.
Grupos
comandos integrados por efectivos del Sebin, la Guarda Nacional, Policía
Nacional y Colectivos rodearon y destruyeron aproximadamente 12 casas de los
copeyanos en todo el país.
Y
mientras esto ocurría las colas seguían.
A
la misma hora que Nicolás Maduro le decía a los norteamericanos “yankees de
mier…”, miles de amas de casa estaban luchando para obtener un paquete de
harina precocina o un pote de mantequilla.
Varios
dirigentes estudiantiles han aparecido asesinados en muy extrañas
circunstancias.
Los
llamados “ajusticiamientos” han sorprendido a todo el país; han encolerizado a
un movimiento universitario, que llora y reacciona ante la desaparición física
de sus compañeros y amigos.
A
la par se multiplican las denuncias de torturas en “La Tumba”, celda de castigo
en el Sebin, lo que fue desmentido nuevamente por el Defensor del Pueblo,
aunque es reiteradamente denunciado por los familiares de los jóvenes
detenidos.
En
medio de los misteriosos asesinatos de jóvenes y la alarma por causa de los
métodos medievales de torturas en el Sebin, las colas para comprar comida,
repuestos y medicamentos se extendían a lo largo de toda la nación.
El
problema político se agudiza por toda Venezuela, el oficialismo recrudece sus
acciones en aras de profundizar el socialismo y como método para expresar el
pánico que siente por su debilidad política y popular, y en paralelo se agudiza
la situación económica y social del país.
El
régimen se entrampa a sí mismo en su radicalismo, mientras que el caos social
se acelera y el desplome económico ya es irreversible.