Cogito ergo sum-. A veces es bueno rememorar
lo que un día fuimos para entender el presente y mirar los diversos caminos que
se dibujan en un porvenir que en ocasiones se muestra turbulento.
Ayer
los venezolanos vivíamos con problemas, negarlo sería una necedad como las que
criticamos hoy del oficialismo, no obstante aquellas situaciones amargas no
eran ni remotamente parecidas a las actuales circunstancias que actualmente
minan la voluntad de los connacionales.
Empecemos
este relato en el inicio de la segunda mitad del siglo XX, en aquellos días que
algunos llaman la Venezuela Inmortal, en los días de bonanza económica,
progreso social aunque huérfana de libertades públicas, la era del General
Marcos Pérez Jiménez.
En
1948, un 24 de noviembre, los militares se hicieron el poder luego del llamado
Trienio Adeco, es decir, el período de la Junta Revolucionaria de Gobierno a
cargo de Rómulo Betancourt y el primer gobierno civil electo por los votos, el
del escritor Rómulo Gallegos.
En
aquella fecha inició, mediante la doctrina del Nuevo Ideal Nacional, la
evolución nacional del país, con progreso económico innegable, siendo una
potencia en el plano americano, de tú a tú con los Estados Unidos de
Norteamérica, lo que permitió la refundación de la nación con la transformación
del medio físico.
Esto
quedó, en cierta manera, opacado por el cercenamiento de los derechos
políticos, y aunque se vivía con prosperidad y seguridad, algunos anhelaban un
período de libertades más profundas.
El
23 de enero de 1958 emergió la democracia triunfante, luego de unos primeros
años de convulsión con sectores de la derecha y de la izquierda comunista
azotando al nuevo sistema, éste se consolidó.
En
cierta medida los primeros gobiernos: Betancourt, Raúl Leoni y Rafael Caldera,
simbolizaron el trayecto de consolidación de la libertad con sostén económico, a raíz del inicio del primer
mandato de Carlos Andrés Pérez, surgió la Venezuela Saudita y se profundizó
aquello de “ta’ barato dame dos”.
La
bonanza económica fue dilapidada por una “bochinchera
administración”, lo que generó los desajustes macroeconómicos que llevaron
a Luis Herrera Campins a decir “me han
entregado una Venezuela hipotecada”.
Herrera
Campins se enfocs en temas políticos y sociales, y dejó a un lado la situación
económica, esa misma que había heredado mal encaminada, llegando así al llamado
Viernes Negro, la primera gran
devaluación del bolívar frente al dólar.
Sí
en los tiempos del General Pérez Jiménez el bolívar era par, e inclusive
superior a la moneda estadounidense, ya aquí esto era un sueño.
Jaime
Lusinchi, con un sistema proteccionista se generó grandes simpatías a costillas
de un endeudamiento crónico del Estado y de la proliferación de una economía
artificial, ya con Carlos Andrés Pérez, segunda parte, en el poder se
aceleraron las cosas, aplicó el famoso paquetazo que generó en una explosión
social y justificó dos golpes de estado.
Caldera,
en su segunda presidencia, capitaneó un barco que venía desde hace tiempo a la
deriva en medio de un mar de problemas, a pesar de los ruidos de sables llegó a
puerto, aunque su sucesor sería el inicio de un mal superior: Hugo Chávez.
Chávez,
primero con su “proceso” para luego pasar a su “revolución”, inició su
administración con medidas neoliberales, liberación del dólar entre otras, para
luego parir el “socialismo del siglo XXI”.
La
destrucción del aparato productivo fue total, el campo fue completamente
abandonado, la industria petrolera hipotecada a los chinos, la industria
nacional inexistente, la calidad de vida empeoró, las políticas sociales
generadas en el 2004 fueron decayendo hasta ser prácticamente pasado, que ni
siquiera son mencionadas por los voceros del régimen.
Y
con Maduro, dudoso sucesor del oficialismo, empezó el pandemónium final:
Desabastecimiento, inflación, inseguridad, y el pueblo en la calle reclamando.
Twitter:
@jdsolorzano