Cogito ergo sum-. “Sufres… y
no querías quejarte – No importa que te quejes – es la reacción natural de la
pobre carne nuestra -, mientras tu voluntad quiere en ti, ahora y siempre, lo
que quiera Dios”. Así dice uno de los puntos del libro Camino de San Josemaría, en
el capítulo llamado “Lucha Interior”,
en este estrato quisiera extraer lo importante de la capacidad humana, en la
fe, para soportar difíciles situaciones y continuar.
En ocasiones la vida golpea, el
destino se aparece como un tallo de rosas, cargados de miles de espinas
hirientes y agresivas. ¿Detenernos en su paso? eso sería renunciar a la voluntad
que el Señor nos ha dado, sería dejar de disfrutar de la belleza y tierno aroma
de la rosa.
La vida está cargada de
tropiezos, de hechos tristes, es que sin ellos jamás pudiéramos sentir o vivir
la fascinación por la alegría y lo justamente logrado.
Sí tienes voluntad puedes
lograrlo, si quieres puedes, si te lo propones con fe no dudes jamás en que sí
lo tendrás, sin embargo ¿qué tendrás?, tendrás exactamente lo que te propongas
y anheles más.
Los venezolanos somos un pueblo
que ha pasado por trances difíciles, siempre apoyados por la fuerza de un buen
ánimo que en ocasiones es devorador hasta de nuestras más crueles tragedias.
Hoy el país está sumido en una
lastimosa realidad, tal vez tú que me lees puedes ver a tu lado y descubrir la tristeza
de unos o los miedos de otros; es difícil entender el cómo llegamos hasta aquí,
aunque lo cierto es que estamos en un momento traumático para miles de
venezolanos.
En Puerto La Cruz, ciudad donde
resido, padecemos los mismos problemas que se pueden ver y sentir en Apure, en
los Andes, en Guayana; todos nosotros estamos sufriendo los inclementes
latigazos de un sistema que entre engaños nos somete, y somete a pasar trabajo
y a ahogarnos en los lodazales de un sistema ya caduco.
El socialismo actual, esto que es
una mezcla de desigualdades sin límites, ese socialismo que es igualdad para
los de abajo, mientras existe una diferencia entre los de arriba, casi siempre
altos jerarcas de un Estado enriquecido a costillas de las necesidades del
común, es el vivo ejemplo de la destrucción y la marginación por creencias
políticas, sociales e inclusive religiosas.
¿Por qué razón inicié este
artículo citando a un santo?, sencillo, es hora de que la santidad que reposa
en nuestro ser interior salga a flote, para así emprender la batalla, tal vez
santa, de la reconquista de la venezolanidad, esa que es la verdadera, la que
se ha perdido entre lánguidos discursos patrioteros e hipócritas que hablan del
Libertador, mientras la suela del invasor cubano yace en el solio sagrado
nacional.
Para nosotros, los venezolanos
que creemos que una Venezuela mejor es posible, que luchamos día a día por
alcanzarla, es una obligación militante y ferviente lograr que una parte de la
nación que aún siguen encandilados por las promesas de una revolución que
simplemente revolucionó todo enrareciendo al país, se unan a la causa realmente
nacional, cristiana y de orden que tanto necesitamos todos.
El socialismo de hojalata que
profesan o dicen llevar adelante los ejecutores de este Gobierno ha hecho que
el cuerpo de la sociedad venezolana siga siendo golpeado sin cesar por
problemas de todo tipo, son los causantes de las úlceras y hematomas que la
república siente por toda su extensión.
¿Sufrir? Si eso hemos hecho a lo
largo de estos años, ¿rendirnos? No es una opción para nada ni nadie. ¿Confiar?
Es la mejor arma que tenemos, en la Fe
en Dios primeramente y en la confianza de nuestras propias fuerzas y voluntad.
Twitter: @jdsolorzano
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