Cogito ergo sum-. “Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 15 de
mayo del año 1961, tercero de nuestro pontificado” con esta frase culmina una
de las encíclicas papales más transcendentales que he leído en mi vida, en ella
Juan XXIII con lucidez plasmó la realidad social del mundo en aquellos tiempos
y, como debía, recordó a sus antecesores León XIII con su Rerum Novarum y a Pío XI con su Quadragesimo
Anno, pero lo que causa más asombro al ojear hoy sus páginas es la
actualidad de sus afirmaciones y lo acertado de sus precisiones
socio-económicas.
El recordado Sumo Pontífice,
también llamado por la feligresía católica como el “Papa Bueno”, fue un
extraordinario analista, más allá de sus virtudes espirituales que eran grandes
y bien conocidas y reconocidas, su capacidad de reflexión en el ámbito social
no fue menos influyente, ante ello quisiese, con el permiso de mis lectores,
transcribir a continuación los puntos 57 y 58 de su encíclica Mater et Magistra (Madre y Maestra) para
luego esbozar algunos comentarios que juzgo necesarios por el panorama que vive
nuestra amada Venezuela en este momento.
57. La experiencia diaria,
prueba, en efecto, que cuando falta la actividad de la iniciativa particular,
surge la tiranía política. No sólo esto. Se produce, además, un estancamiento
general en determinados campos de la economía, echándose de menos, en
consecuencia, muchos bienes de consumo y múltiples servicios que se refieren no
sólo a las necesidades materiales, sino también, y principalmente, a las
exigencias del espíritu; bienes y servicios cuya obtención ejercita y estimula
de modo extraordinario la capacidad creadora del individuo.
58. Pero cuando en la
economía falta totalmente, o es defectuosa, la debida intervención del Estado,
los pueblos caen inmediatamente en desórdenes irreparables y surgen al punto
los abusos del débil por parte del fuerte moralmente despreocupado. Raza está
de hombres que, por desgracia, arraiga en todas las tierras y en todos los
tiempos, como la cizaña entre el trigo.
Ahora bien con relación al primer
punto es interesante resaltar que en nuestra nación justamente la carencia de
motivación al sector privado, el acoso a la empresa particular y la política de
intimidación a los inversionistas han traído consigo “un estancamiento general en determinados campos de la economía,
echándose de menos, en consecuencia, muchos bienes de consumo y múltiples
servicios” entiéndase en Venezuela la escasez de harina precocida, papel
higiénico, café, y muchos rubro más. ¿Toda la crisis de abastecimiento nacional
no es consecuencia del debilitamiento del aparataje productivo venezolano a
consecuencia de una visión sectaria, caduca e ineficiente que se ha instaurado,
para mal, en nuestro país?.
Pero el Santo Padre tuvo el tino
de advertir también en la década de los 60 el mal del neoliberalismo, aquel que
azotó con látigo hambreador a las poblaciones Latinoamericanas; esta frase de “cuando en la economía falta totalmente, o
es defectuosa, la debida intervención del Estado, los pueblos caen
inmediatamente en desórdenes irreparables y surgen al punto los abusos del
débil por parte del fuerte” es el más claro aviso de que aquello del “dejar hacer, dejar pasar” es una de las
atrocidades más grandes que han engrendado los economistas liberales.
Venezuela no puede seguir con la
política oficial, neomarxista, de la aniquilación del sector particular, porque
eso traería consigo la eliminación de las bases sólidas de una sana economía, y
daría a luz una enorme crisis social que golpearía especialmente a los
venezolanos más necesitados, pero a la vez debemos desde ya exorcizar los
“demonios” del neoliberalismo que buscan minimizar, hasta conseguir su
paralización total, al Estado como ente regulador de la economía.
¡Ni tan calvo, ni con dos
pelucas!, la salida socio-económica a esta realidad es la visión humana de la
productividad nacional; el incentivo al particular, basándonos siempre en el
bien común como norte fundamental del crecimiento de la sociedad, debe ser el
compromiso solidario, cristiano y nacionalista que debemos asumir y defender.
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