Ese principio, empleado con
meticuloso cuidado y afán, es el de la Simplificación y del Enemigo Único, aquel
que busca “adoptar
una única idea, un único símbolo, individualizar al adversario en un único
enemigo”, lo que hemos visto que se ha adelantado perfectamente en el discurso
del oficialismo venezolano.
Hugo Chávez, que Dios lo vea con ojos de misericordia, en
vida estructuró, supongo que respaldado por un calificado grupo de
comunicadores, psicólogos y politólogos,
un mecanismo unificador del adversario político; en los tiempos del
incipiente nazismo en Alemania Hitler pudo unir en una sola estructura a sus
dos enemigos: El comunismo y el judaísmo, ¿cómo lo hizo?, fácilmente dijo y lo
repitió hasta la saciedad (aplicando la vieja frase de que “una mentira
repetida mil veces se convierte en verdad”) que el judaísmo era el titiritero
del comunismo, y que éste era su brazo político, asegurando que Carlos Marx era
judío, permitiéndole de esta forma amalgamar el monstruo necesario.
En Venezuela el oficialismo copió al carbón aquel modelo, los
voceros del régimen a través de su más calificado divulgador y comunicador,
Chávez, se afanó en remachar y remachar que la oligarquía venezolana (todos
aquellos opositores al gobierno), hoy también llamados “la derecha”, son los
aliados del imperialismo norteamericano y que son los gringos lo que les
ordenan y envían las líneas de acción a todos los partidos que se oponen a la
mencionada revolución, es decir, simplemente unieron en un solo cuerpo al
enemigo criollo y al abominable engendro que nos amenaza desde el exterior.
Esta estrategia no ha cedido, a pesar de la desaparición
física del líder del gobierno sus herederos, presumo que con los mismos
asesores, mantienen el sistema comunicacional intacto.
En este momento escuchamos a Nicolás, presidente encargado de
la república, asegurar que los “Halcones del Pentágono impulsan la táctica de
retirarse de la contienda electoral venezolana, ordenándole a su candidato
Capriles a que renuncie”, pero inteligentemente el acusador no le habla a su
oponente, en este caso el candidato de la unidad democrática, sino que por el
contrario se refiere a la cabeza de su monstruo creado, increpa directamente al
presidente de los Estados Unidos de Norteamérica.
Siempre ha sido, y lo seguirá haciendo, más sencillo pelear
contra un solo enemigo; la primera misión que se trazó la actual administración
fue la de unir a sus adversarios: los partidos de oposición, los empresarios y
los EE.UU en una sola masa, y podemos decir a la luz de los resultados que lo
alcanzaron con impecable determinación.
Además, es menester que lo afirme en este artículo, Nicolás
espeta sin ningún asomo de desparpajo que los norteamericanos pudiesen estar
planificando un atentado en contra de Capriles, afirmación por demás temeraria
que sólo busca enturbiar el discurso político y desviar la atención de la
opinión pública de temas que le afectan directamente como el de las mentiras en la información
suministrada al pueblo sobre la enfermedad del presidente, así como todos los
asuntos del orbe económico.
Capriles, en la otra acera, actúa con prudencia, en ocasiones
responde a las aseveraciones de su contrincante, pero inmediatamente retorna a
su estructura de mensajes que debe estar centrada en la presentación de las “mentiras
de Nicolás” y en los graves problemas socio-económicos que golpean al
venezolano de a pie.
Crearon un monstruo, cuidado si ese mismo no se los come en
el camino.
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