lunes, 8 de mayo de 2023

Calígula termina mal | José Dionisio Solórzano




Sí, todos los Calígula de la historia han terminado mal, pero muy mal.

Todos los gobernantes sádicos, extremistas o abusivos han visto rápidamente el final de su poder y el ocaso precipitado de su endiosamiento desmedido.

Recordemos un poco las locuras de Cayo Julio César Augusto Germánico, mejor conocido como “Calígula”. Fue el tercer emperador de Roma y su poder duro desde marzo del 37 d.C hasta el año 41, unos pocos años teñidos de desenfreno, lujuria y sangre.

Calígula subió al trono después de la muerte de Tiberio – quien fuese el padre adoptivo de su padre, Germánico – y a pesar de todo lo que sabemos del emperador, éste ascendió al poder entre sentimientos de amor de los romanos.

Sin embargo, al poco tiempo de subir a la jefatura del poder Calígula sufrió una grave enfermedad, lo que al parecer cambió totalmente su personalidad.

Al recuperarse Calígula cometió su primera gran atrocidad, obligó a suicidarse a todos aquellos que habían prometido sus vidas a los dioses por la salud del emperador.

Allí cayeron su esposa, su suegro y su primo, Tiberio Gemelo.

En medio de su reinado Calígula asesinó y torturó a muchos senadores y a integrantes de su familia, se hizo famoso por derrochar en placeres personales los dineros provenientes de la recaudación del Estado.

Entre las acciones extravagantes que cometió están la construcción de barcos gigantes y una bañera repleta de monedas de oro donde le gustaba “bañarse”.

Además, le regaló a Incitatio, su caballo favorito, su propia casa y varios esclavos, hasta llegó a proponerlo para el cargo de cónsul.

Todos estos exabruptos tejieron un malestar que pronto se convirtió en conjura, fue así que un grupo de senadores y pretorianos asaltaron su palacio y un 24 de enero del año 41 d.C. Calígula fue asesinado.

Cuando los conspiradores entraron al Palacio con dagas ensangrentadas encontraron detrás de una cortina al tío de Calígula, a Claudio, quien temblaba de miedo y mayor sorpresa cuando los pretorianos le hicieron el saludo romano y lo proclamaron nuevo emperador, sin embargo esto es otra historia.

Es así como hoy, todos los Calígulas modernos caen, presos de sus desenfrenos, de sus pasiones sin medida, de su egocentrismo exacerbado.

Y fue así que cayó el Calígula de la ciudad de El Tigre, en el sur del estado Anzoátegui, fue así como cayó Ernesto Paraqueima, víctima de sus peleas, de sus atropellos, de su total indiferencia hacia los demás.

¡Para mí el guarapo dulce, el café amargo y el chocolate espeso!

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